jueves, 14 de febrero de 2013

¿AMOR POR VENEZUELA?

Infinidades de estudios, evocaciones de escritores y poetas dan cuenta de la belleza paisajística; riqueza hídrica, fauna y flora diversa; de la codicia que despierta en otras latitudes las fabulosas riquezas petroleras, minerales preciosos y estratégicos de toda índole que se encuentra en las entrañas de esta hermosa Patria. De su territorio envidiable de selva mágica, montañas, sabanas e inmensas fronteras.

De esa enorme riqueza étnica y variedad multicultural de la población nacional. Del legado de una historia de próceres que lo dieron todo por alcanzar la libertad e independencia ante aquella España del ayer. De la existencia de una increíble gama de tradiciones, costumbres, valores, comportamientos y especificidades culturales que sintetizan en su conjunto al ser nacional; deja la huella imborrable ante el mundo y la historia de lo que somos los nacionales.

Uno siente que el amor por el país se pierde en la infinidad de la red de intereses de colectivos e individualidades, que quizás como afirma el escritor José Saramago: “creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, ciegos que, viendo no ven”. Es decir que, queramos o no entenderlo, vivimos una crisis nacional interminable, estructural e histórica. Y la capacidad de reacción para luchar para enfrentarla no se le ve la costura de la emoción, amor y de la razón comprendida. O quizás el régimen autocrático que domina a placer todos los poderes públicos e instituciones del Estado venezolano, está avanzando mucho en enseñar los dientes de la represión, el hostigamiento y la cárcel contra quiénes osen discrepar de sus entuertos inadmisibles y corruptelas de toda laya.

Pero la literatura universal nos narra de cómo el ser humano en los momentos más difíciles de su vida, además de ser capaz de expresar los sentimientos más nobles de solidaridad y de amor hacia los demás, puede impregnarse de un espíritu invencible para derrotar a la adversidad, a los regímenes fascistas por ejemplo, cuyos métodos atroces y de crueldad endemoniada sembraron el terror, la ruina y la muerte de millones y millones de seres humanos, en especial en aquellos países de la Europa del ayer. Y la misma historia de Venezuela narra aquellos episodios épicos del pueblo y su vanguardia esclarecida, para darnos luces de sabiduría de cómo lograron que “mordieran el polvo de la derrota” las huestes sanguinarias de las dictaduras “militaristas” de un Juan Vicente Gómez o un Marcos Pérez Jiménez.

Ya sabemos que la “élite de poder” en Venezuela no siente amor alguno por el país y su gente, que sus amoríos se inclinan hacia la monarquía cubana y hacia todos aquellos paradigmas del despotismo más rancio en el planeta. Una mezcla de “menestrón ideológico” con intereses egoístas, divisionistas, bastardos y subalternos mantienen a la nación entera en el más completo atraso, subdesarrollo y pobreza.

¡Sólo embriagándonos con un gran sentimiento de amor por Venezuela y una irreductible voluntad de cambio podrá hacer posible lo que hoy parece imposible! ¡Hay que mirarnos en el espejo!

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