domingo, 3 de febrero de 2013

TODO PARA EL ESTADO, NADA FUERA DEL ESTADO

La frase del título de este escrito debe sonarle muy familiar a cubanos y venezolanos en estos tiempos, luego de observar la praxis política y haber escuchado los repetitivos discursos de un Fidel, Raúl o un Chávez o, por las acciones cotidianas de esas malas copias de los delfines más connotados de este último, un Maduro o un Diosdado. Pero dicha frase histórica pertenece, en su exacto contenido original, nada menos que a una de las grandes figuras de la concepción de la ideología del totalitarismo, Mussolini.

Y posteriormente fue desarrollada por otros clásicos del pensamiento único, partido único, un líder mesiánico único y sobre todo en el ejercicio de un control absoluto sobre el Estado y la sociedad (mediante la represión, engañifa “populista” y propagandística) cómo lo fueron Hitler, Stalin…o el mismo Pinochet (sólo para nombrar a algunos). ¿Quién, entonces, a estas alturas de este juego maquiavélico puede dudar de la direccionalidad y perfil totalitario del llamado “proceso castro-chavista” en Venezuela? Yo diría: los incondicionales, los incautos, los ignorantes y los desinformados.

Tampoco deja de ser interesante otras características de este modelo ideopolítico del totalitarismo: la concepción “militarista”, donde la autoridad es ejercida de manera jerárquica, de disciplina obediencial y lealtad absoluta al líder supremo. El desconcierto y confusión que reina hoy en Venezuela, especialmente en las filas del PSUV y del Estado, que funciona como un todo único, es porque le está faltando uno de sus componentes esenciales, el Gran Líder, el cual se encuentra con graves problemas de salud en la Cuba de los Castro.

Pero esa organización totalitaria, con Chávez en el ejercicio del poder del Estado, venía cumpliendo con rigurosidad prusiana sus objetivos estratégicos en los ámbitos de alta concentración de poder económico, de poder institucional, sin divisiones; expansión geopolítica externa e interna (recordar de esta última la Geometría del Poder); misiones sociales populistas (poder de masas y comunal); segregación y desconocimiento derechos hacia opositores, críticos y disidentes (incluyendo gremios y sindicatos. Estigmatizados todos como una especie de “judíos criollos”) y; la atosigante propaganda “gobiernera” para intentar cambiar verdades por mentiras; y pare usted de contar.

Aunque luzca paradójico lo que en esos regímenes se presentan como fortalezas, es también en esencia su debilidad, porque rebasan las fronteras con un estado supuestamente super-poderoso y un líder invencible. Todos los autócratas señalados cayeron por decisión protagónica de los pueblos. Y los casos de los regímenes totalitarios -cubano y venezolano- ya, hoy por hoy, presentan graves fisuras, sobre todo este último, por los graves desequilibrios políticos, institucionales y de la economía, que tendrá un gran impacto en lo social, con incremento exponencial del descontento popular.

Por ello, cómo lo afirma el sociólogo Tulio Ramírez: “La voluntad y la imaginación política serán único brazo posible y realista para salir de esta tenaza malandra ahora que la ausencia del Gran Presdigitador anuncia una nueva era…”


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