sábado, 3 de diciembre de 2011

“CACEROLAZO” CUMBRE DE PROTESTA SOCIAL

Nadie en su sano juicio pondría en duda la convocatoria a la unión entre los nacionales y países de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Ese es el viejo sueño del Libertador Simón Bolívar y es el propósito de la Cumbre constitutiva de La Celac que se reúne en Caracas. Pero como la afirmó el mismo Chávez en aquella famosa Cumbre realizada en EEUU, con su verbo encendido, “para qué andar celebrando Cumbres, sí los pueblos andan de abismo en abismo”. La lengua como castigo del cuerpo, dice la conseja popular, es hoy el mismo Chávez que exalta, sin rubor alguno, la Cumbre que se realiza en suelo venezolano.

Y como es sabido, los pueblos siguen viviendo su propio infierno social, donde la pobreza al símil de una daga en el corazón de los mortales de los países nombrados, deja escuchar sus gritos, como en el caso de la capital de Venezuela, la Caracas irreverente, a través de las “cacerolas” que sonaron por todos los costados de su extensa y especial geografía urbana: El Valle, Coche, San Bernardino, Caricuao, Petare, La Urbina, El Llanito, Filas de Mariches hasta las zonas residenciales de los privilegiados de la sociedad caraqueña, cuyas acciones y amenazas de expropiaciones los han transformado en particulares adversarios al actual régimen autocrático imperante en nuestro país, con las excepciones por supuesto, de los nuevos ricos de la boliburguesía venezolana, protegidos por el Presidente Chávez.

La retórica mediática y publicidad sin límites en los contenidos de los mensajes incesantes del oficialismo, para tratar de engañar y manipular a los nacionales, de que estamos viviendo en un supuesto “mar de la felicidad” “socialista y revolucionaria”; se cae por su propio peso, ante la realidad y verdad incuestionable, de estar en el sitial en el ranking, entre los 10 países más violentos, corruptos y de mayores índices inflacionarios en todo el planeta.

Amén del descontento social, que crece como la hierba ante la inseguridad, los salarios que no alcanzan para sufragar los costos de la cesta básica, la escasez de productos esenciales, el desempleo, falta de viviendas, apagones permanentes de la red eléctrica, pésimos servicios públicos, destrozos de la vialidad, deterioro en la calidad de la educación y salud. Y sobre todo, el no reconocimiento de los derechos contractuales, laborales y de seguridad social de la masa de trabajadores.

El “cacerolazo” es porque los venezolanos no entendemos, cómo sí siendo un país que goza de los privilegios de la naturaleza en petróleo, oro, hierro, bauxita, gas y un largo etcétera y, que por ello el fisco nacional recibe inmensas fortunas en dólares, lo suficiente para vivir bien, esa riqueza sea derrochada en regaladeras a diestra y siniestra a otros países, en compras de armamentos, clientelismo y paternalismo de estado desenfrenado y la corrupción, que galopa como caballo salvaje en las sabanas de esta tierra prodigiosa. Por eso sonaron las “cacerolas” y seguirán sonando, Señores Presidentes que nos visitan y participan de la Cumbre de La Celac. ¡Bienvenidos!

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