sábado, 22 de enero de 2011

CLAMOR NACIONAL POR UN PAÍS DIFERENTE

Cada día se unen más voces clamando por construir un país distinto sin el maquillaje de la retórica oficial “rojita” que, sin ninguna duda, está absolutamente desconectada con la realidad socio-económica, esperanzas y expectativas anidadas en el seno de las mayorías nacionales.

No son cuentos el creciente descontento social de la masa trabajadora venezolana frustrada por los reclamos laborales que no encuentran respuestas o, de las comunidades provenientes de los distintos rincones del país de que sólo les falta acudir ante el mundo celestial, porque sus demandas sociales rebotan sin cesar en las puertas de la inepta burocracia del estado. O de la comunidad universitaria nacional que exige en las calles de Venezuela el respeto a la autonomía universitaria y presupuestos justos que impidan la parálisis de las programaciones académicas, investigación y extensión universitaria. O de los trabajadores y productores del campo que, en el afán desmedido de la codicia politiquera y clientelar del amo de Miraflores, son despojados de sus tierras fértiles y lanzados al abismo de la nada.

Son sólo muestras de una realidad que sumados a la violencia e inseguridad, inflación desbordada, al desabastecimiento de los productos básicos, el pésimo estado de los servicios públicos, el déficit de viviendas, el grave deterioro de la calidad de la educación, salud y vialidad e infraestructura física del país; deja boquiabiertos a los analistas y a cualquier mundano de la comunidad internacional que tienen la imagen registrada en sus mentes de una Venezuela saudita petrolera.

Asociado a lo anterior, el modelo de descentralización vapuleada a más no poder por los talibanes del oficialismo, cobra una vigencia inusitada porque el centralismo luce asfixiado ante las presiones sociales de la provincia venezolana y porque la vorágine de poder del caudillo de Barinas les minimizó las competencias a simples pagadores de las nóminas abultadas por el clientelismo partidista. De la misma forma, como es sabido por todos, los poderes públicos están subordinados a las decisiones y caprichos del Duvalier venezolano, quien no pierde tiempo en utilizarlos para la persecución y retaliaciones politiqueras.

El panorama económico no puede ser más desolador, porque se repiten las cifras del decrecimiento anual de la economía venezolana; se devalúa la moneda, aunque disfrazada de “unidad monetaria” y las importaciones crecientes de los productos básicos dejan al desnudo la fragilidad de la cacareada seguridad alimentaria.

Ante este panorama nacional que, indiscutiblemente, retrotrae al país a etapas superadas y nos aleja de un modelo de desarrollo sustentable e independiente del rentismo petrolero, democrático y libertario ; la lucha política por cambiar las cosas se convierte en una tarea de primer orden para todos los venezolanos sin distinción, donde los postulados de la vigente Constitución Nacional se convierten en las banderas a enarbolar por aquello del imperio de la justicia, la igualdad, estado de derecho, libertad, pluralismo democrático, fraternidad y ética productiva.

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