jueves, 11 de agosto de 2011

CRECEN LOS "INDIGNADOS" EN VENEZUELA

Creer que la cuestión de los “indignados” son movimientos populares de protesta social concentrados sólo en Europa y los países árabes; es una grave equivocación. Están surgiendo en todo el mundo y no cesarán hasta que los gobiernos, los estados y sociedades se sometan a grandes procesos de transformaciones que respondan a las expectativas, necesidades y demandas planteadas por los ciudadanos. La gente está hastiada de las mentiras, demagogia, discriminaciones, autocracias, injusticias, desigualdades, corrupción y de unas élites que desgobiernan, destruyendo progresivamente las libertades públicas, el bienestar y calidad de vida de las poblaciones mayoritarias.

En Venezuela las protestas de los indignados crecen aceleradamente y se estima un promedio de 400 por mes. En el primer semestre de este año las mismas alcanzaron la cifra de 1581, es decir un 14% de aumento en comparación con el mismo semestre del año pasado. Los analistas de las ciencias sociales lo consideran un record histórico, porque esta legión de “indignados”, no encuentran respuestas a sus demandas laborales, servicios públicos eficientes, vivienda, educación, salud y seguridad. Amén de lo que acontece diariamente en las cárceles venezolanas, con su secuela de violencia, muerte, heridos y protestas radicales por violación a los derechos humanos primarios de los denominados “privados de libertad”.

La destrucción calculada del estado de derecho, justicia, democracia, libertades ciudadanas y participación social ha generado un caos sin precedentes en la historia republicana del país. La concentración del poder absoluto en un caudillo militar acabó con las competencias constitucionales de gobernadores, alcaldes y miembros de Juntas parroquiales. Las ramas de los poderes públicos perdieron su autonomía e independencia y hoy son súbditos incondicionales de la palabra y decisiones del “Rey”. La impunidad ante los delitos campea, porque hay una especie de manto protector para los delincuentes de toda laya, especialmente los de “cuello rojo” y, a los demás, hasta por cuestiones tontas, les cae todo el peso de las sanciones arbitrarias de corte fascistoide.

La crisis financiera mundial atizará la conflictividad social, porque este desgobierno se encargó de destrozar el aparato productivo nacional. Todo lo importamos: alimentos, tecnología, bienes y servicios que, en conjunto con la desbordante inflación interna; ésta pasará más allá de las nubes y dejará vacío los bolsillos de los trabajadores. La carestía de productos básicos también se agravará. La recesión entonces, al carecerse de fuentes empleo más la inflación, nos arrimará con fuerza al umbral de una gran depresión económica-social. ¡Voltear la tortilla, con la fuerza de los “indignados”, será el norte en construcción de una verdadera democracia y un escenario distinto de bienestar colectivo! ¡Costará muchos sacrificios, pero no hay otro camino para quitarnos de encima esta autocracia luciferina!

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