martes, 2 de octubre de 2012

MiGUEL, EL CAMPESINO DE LA “POBREZA CRÍTICA”

Cada día uno se convence de que muchas veces la realidad de la vida supera con creces a la ficción, de que el “Macondo” de los “Cien Años de Soledad” de García Márquez es superado de una manera increíble, al enterarnos de historias de la vida contadas hoy por personajes de carne y hueso, como el caso de Miguel Placencio, un campesino de 77 años, que vive en un caserío, bautizado por el mismo -“Lomo de los Rubios”- ubicado en las entrañas de las zonas rurales del estado Sucre, Municipio Andrés Mata. A dos kilómetros del Caserío más cercano, “Lomas de Sanguihuela, situado este último en la cima de una montaña, clima frio, con un verdor extraordinario de su vegetación y dónde la acción permanente de vientos incesantes hacen mecer con fuerza a los árboles de todos los tamaños.

Recientemente, en una de las tantas visitas que he hecho en este último caserío por razones familiares, participando en una de las tertulias que realizan diariamente los campesinos de la zona, contaba Miguel los avatares de su vida personal. Desde el asombroso hecho de haber sido abandonado por su madre en una “cueva de cachicamos” y encontrado por sus abuelos rodeado de maleza y moscas; hasta de dar gracias a Dios de haber vivido y a sus abuelos por crearlo, con el concurso –agregó- de las pequeñas siembras de siempre de café, caña de azúcar, plátano, ocumo, yuca, mapuey y de plantas medicinales.

Nunca fui a una escuela –decía Miguel- y jamás aprendí a leer ni a escribir. De un manantial que nos queda cerca, hemos sobrevivido seis miembros de la familia, quienes vivimos hacinados en un ranchito construido por nosotros mismos, de paredes de barro y techo de zinc. Jamás hemos tenido una nevera. Y las pocas veces que llega el fluido eléctrico, éste no cuenta con la fuerza suficiente para mover ese aparato. Un “radiecito” y un pequeño televisor han sido sus eternos compañeros de ocasión.

Tampoco cuentan con vías de penetración, porque han vivido por siempre del “olvido” de los gobiernos del pasado y de los 14 años del presente gobierno dizque “revolucionario”. Los caminos o trochas han sido sus fieles compañeros para comunicarse con la llamada “civilización”. Y con la práctica del trueque con los habitantes de los caseríos contiguos, intercambian productos agrícolas por ropa usada y por otros enseres para la vida.

El caso del campesino Miguel, es una muestra más –diría uno- de que la pobreza estructural se encuentra intacta en nuestro país y de cómo los gobiernos sólo colocan pañitos calientes para que la fiebre social no eleve su temperatura de la masificación de las protestas sociales, que ponga en peligro los privilegios del poder de las élites. En paradoja el gobierno actual, por ejemplo, priorizó en el derroche de los recursos petroleros en regaladeras a diestra y siniestra a otros países en escuelas, hospitales, vías de penetración, ambulancias, plantas eléctricas, viviendas y pare usted de contar.

Amén de las compras dispendiosas de chatarra militar a potencias extranjeras, la corrupción, el clientelismo y paternalismo de estado a un clímax vergonzoso. Verbigracia ese proceso enloquecido de endeudamiento, que podría atar las manos de Capriles, quien se vislumbra, incluso entre los campesinos de Sucre, como el próximo Presidente de Venezuela, en esa búsqueda incesante de las mayorías nacionales por un futuro mejor, de progreso y bienestar para todos.



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