jueves, 24 de noviembre de 2011

VENTRÍLOCUOS O CIUDADANOS CRÍTICOS

El arte de la ventriloquia es la capacidad que tienen determinadas personas para hablar todo lo que quieran, proyectando la imagen de que es un muñeco el que se expresa. En el fondo esa es pretensión del “cogollo chavecista”, la de formar ciudadanos acríticos, que sólo repitan lo que piensa y habla el faraón de Barinas.

Se dice que los ventrílocuos se remontan a épocas pasadas y existieron durante las civilizaciones egipcias, hebreas y griegas. E incluso durante la edad media, en la época de la inquisición, los asociaron a seres demoníacos, practicantes de brujerías y muchos de ellos murieron en la hoguera.

En la Venezuela de hoy, los dueños del poder, cobijados en el paradigma bizarro, todo el que no se preste para ser un auténtico ventrílocuo, se le llevan a la hoguera de los tribunales inquisidores, se les encarcela, discrimina socialmente o son blanco fácil de encapuchados, que disfrazan con total impunidad sus actos delictivos de “terrorismo de estado”; en sedes de sindicatos, universidades o en las sombras de cualquier calle de esta Venezuela contemporánea, pero mutada a juro hacia la concepción medieval.

No obstante, cierta ventriloquia malintencionada, está asociada a planes estratégicos, modos de pensar y gobernar de élites autocráticas de otros países, cuyo interés esté centrado en la riqueza petrolera que subyace en el subsuelo venezolano. Por eso, en los discursos de ocasión, los actores de esa picaresca política nacional, repiten como ventrílocuos, los contenidos ideologizados, patrioteros y del engañoso amor apasionado por los pobres e irredentos de la sociedad.

La ventriloquia, entonces, es para el espectáculo, para la distracción de todos los ciudadanos, independientemente de sus edades. E incluso, es pertinente utilizarla como técnica para fines educativos, para contribuir a formar ciudadanos conscientes, creativos y críticos. A ciudadanos que, por generaciones, han egresado de las universidades autónomas y democráticas venezolanas.

Pero esa ventriloquia desnaturalizada, ideologizada, desnacionalizada, disfraz para la la domesticación y dominación en pro de intereses ocultos y develados de regímenes autocráticos; debemos denunciarla y hacerle frente con las herramientas de los diagnósticos sobre la inocultable realidad, de un país sumido en la más dramática pobreza y otros calamidades sociales asociadas a ésta o, por aquello de que la beligerancia siempre activa nos emplaza a convertirnos en sujetos críticos y transformadores. ¡Jamás ventrílocuos del mandamás de Miraflores!

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