sábado, 12 de febrero de 2011

¿DEL "MAL VIVIR" AL "BUEN VIVIR?

Hace algunas semanas, en una de esas tantas peroratas que nos tiene acostumbrado el Faraón de Barinas, lanzó a sus conmilitones la propuesta de fortalecer la organización de las comunidades, a través de lo que él denominó los “comités del buen vivir”. Y casi como una reacción automática a tal despropósito, sus partidarios asistentes al acto, se retorcieron en las sillas y algunos sin poder cumplir con un poco de recato; se vieron las caras, en un gesto compartido y silencioso de desaprobación de tal locura.

Uno se imagina que sí a ese nivel –por lo observado- no contaba con el apoyo ni siquiera primario, mucho menos tendría el éxito deseado ante el colectivo nacional, aún cuando al símil del estilo de un Murabat cualquiera, insistiera en obligar –a los incondicionales- a aceptar tan descabellada propuesta; que a todas luces nos muestra a un innombrado personaje descontextualizado de la realidad del país; que al parecer, ante los ojos críticos de un avisado mortal; sólo espera, como los egipcios convertidos en multitudes ante Murabat, el puntilloso final del ¡ya basta!

Pero es que la realidad y la lógica van siempre juntas, sí comprendemos que ya este Murabat latino lleva 12 años en el poder y que pese a los malabarismos de las cifras estadísticas para mostrarnos que vivimos en el paraíso de los cuentos infantiles; la violencia y la inseguridad cogestionan las morgues de las distintas regiones del país todas las semanas; que el desabastecimiento y la inflación galopante mantienen extraordinariamente angustiados a los hogares venezolanos; que el desempleo obliga a muchos jóvenes talentosos a migrar a otros países en la búsqueda de mejores condiciones de vida; que los servicios públicos básicos (agua, electricidad, cloacas, aseo urbano, transporte, vialidad e infraestructura) se encuentran en pésimo estado y son el caldo de cultivo de las protestas sociales diarias en cualquier rincón de Venezuela; que los servicios de salud y educación han perdido aceleradamente la calidad; que el sistema de justicia luce ineficaz por su parcialización partidista o por la impunidad reinante; que las cárceles nacionales son verdaderas fábricas de los delitos que se cometen a diario en el contexto nacional; que las industrias básicas y empresas intervenidas por el estado están quebradas; que casi el 100% de los alimentos, servicios y tecnología son importados; que los planes de viviendas han sido un gran fracaso y como símbolo de atenuar la crisis, ante las lluvias que caen todos los años, son los improvisados refugios de la pobreza o cualquier institución del estado; que la corrupción, el despilfarro y la ineficiencia burocrática minan las instituciones del estado: y pare usted de contar.

Lo descrito es el cuadro dantesco de la realidad venezolana, es en esencia el modelo dizque “socialista y revolucionario” del “mal vivir” en que nos encontramos en el presente los nacionales. Por esa razón el creciente rechazó a ese paradigma, no por la naturaleza teórica de sus precursores en materia de justicia, igualdad y la fraternidad, sino por quienes apoyados en sus banderas han hecho todo lo contrario. Y esta es la razón del por qué causa risa la propuesta del “buen vivir” del caudillo de Miraflores o del Mubarat Venezolano.

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