jueves, 24 de febrero de 2011

GENOCIDIO EN LIBIA Y EL DISCURSO POLÍTICO SIN ÉTICA

Lo que está ocurriendo en el Medio Oriente, específicamente en la supuesta Libia “”revolucionaria” y “socialista” asombra al mundo. Verbigracia el mítico y excéntrico personaje que ha gobernado a ese país por espacio de 41 años, Gadhafi, quien en sus más recientes hazañas militares de neto corte nazi-fascista, al conjuro de las fuerzas de las armas, masacra sin contemplaciones a la población civil, especialmente si está integrada por jóvenes.

Al principio, en una de sus escasas apariciones ante los medios de comunicación, denunciaba al “imperialismo” como el gran responsable de estas insurgencias. Ahora, en el más reciente contacto con la prensa, señala como responsables a Bin Laden y Al Qaeda, porque supuestamente se han encargado de hacerle un “lavado de cerebro a los jóvenes”. Añadiendo con énfasis de futuro mártir que “moriría por la revolución” y por el “socialismo”. Con estas palabras - absolutamente contradictorias- y por los hechos a la luz del sol de los actos genocidas dirigidos por él, el deslave del discurso político-ideológico sin ética, entra en rodada hacia el “basurero de la historia”.

La condena mundial ante tanta crueldad criminal no se ha hecho esperar, salvo las excepciones por demás paradójicas, por compartir las mismas ideas del “socialismo revolucionario” del Gadhafi legendario: el Ortega de Nicaragua, el Fidel de Cuba y el Chávez de Venezuela. Mereciendo especial mención el hecho ¡insólito! de que hasta el propio Mahmud Ahmadinejad, Presidente de Irán (“panísima” de los anteriores) se sumara al repudio universal.

Es compartida la opinión de que el mundo árabe es muy complejo por sus particularidades históricas, culturales y religiosas. Así mismo, por los gobiernos que prevalecen en la región, que todos son de genuino corte autocrático. De personajes, que al símil de los faraones de tiempos ancestrales, han permanecido por largos años en el poder, ejerciendo un férreo control sobre el estado y la sociedad. Países donde las desigualdades sociales son escandalosas, las discriminaciones inaceptables hacia la mujer y los conceptos de democracia y libertad parecían como “demonios sueltos” que había que aplastar permanentemente, a través de los contenidos de los “discursos éticos” y en las ejecutorias de acción hacia la población de los referidos gobernantes.

Una lección que deberíamos aprender de estos procesos inéditos, comparables para algunos con la caída del Muro de Berlín es la vigencia intrínseca en el alma de las personas en relación a las necesidad de libertad, que como esos volcanes en erupción, es requerida para dar respuestas a derechos democráticos, justicia, igualdad, fraternidad, auto-realizaciones, progreso y bienestar integral. Y por supuesto, sin duda, se develó como nunca antes el discurso falso sobre la “ética” de algunos “socialistas y “revolucionarios”, quienes más bien deben ser señalados como personajes protagonistas de aquellos cuentos infantiles, donde la heroicidad mostrada nos emocionaba para hacernos más alegre la vida. ¡Continúa la rueda de la historia, no sabemos qué otras sorpresas nos depara!

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