domingo, 6 de enero de 2013

MEMORIA DE LOS AUTÓCRATAS

Obligado, quizás, por el momento político en que se encuentra nuestro país, con ese afán de intentar mirar un poco más lejos de los rumores y comentarios de los últimos días, releí ese libro magistral de Marguerite Yourcemar: “Memorias de Adriano”, cuyo contenido narra la historia de un emperador romano, que se enfrenta a las vicisitudes de ese dilema existencial entre la vida y la muerte, en un contexto de ejerció del poder absoluto.

Y por razones obvias, lo emparenté con la tragedia humana en que vive el actual Presidente Venezolano, cuya enfermedad terminal que padece, conociendo el personaje de claro perfil autocrático, él comulgaría con Adriano, en esta reflexión: “sí por milagro algunos siglos vinieran a agregarse a los pocos días que me quedan, volvería hacer las mismas cosas y hasta incurriría en los mismos errores; frecuentaría los mismos Olimpos y los mismos infiernos”.

En la literatura y el periodismo, parafraseando al Sociólogo, Tulio Hernández, abundan las referencias dramáticas a los que son sometidos estos líderes, una vez que se le presenta la muerte como un final irreversible. El mismo formato, señala, este estudioso de las ciencias sociales: ocultan la enfermedad al máximo tiempo posible, se pasa el secretismo sobre la patología que sufre. Y luego, al final, cuando resuelven sobre la sucesión y la transición envían señales de que la muerte es inminente, y se prepara a la población para las fastuosas ceremonias fúnebres.

En las meditaciones de Adriano sobre la muerte decía que ésta no enseña a morir, y no facilita la partida, porque su sacrificio no enriqueció su vida, sino su muerte. Asociado a lo anterior, Simón Alberto Consalvi, presenta el ejemplo en la Venezuela de 1868, del caudillo José Tadeo Monagas, líder único de la “Revolución Azul”, quien aún afectado por problemas de salud y 83 años de edad, permitió que lanzaran su candidatura para un tercer periodo presidencial. El aferrarse al poder como sea, diría uno, pasó por encima de su enfermedad. La enfermedad del poder absoluto no admite la complacencia ni con la muerte, en los perfiles de estos caudillos.

No obstante, los saldos históricos de sus acciones de barbarie están allí en los ojos del mundo, cuando el autócrata José Stalin, a nombre de la “revolución y el socialismo” condenó a dos millones de rusos a la muerte lenta en el Gulag, por sólo disentir de ese régimen de terror de la época. ¿Y a cuántos cubanos y no cubanos no mandó al paredón de fusilamiento el régimen cubano, por la misma razón de pensar distinto?

La tragedia de la “Guerra Fría” dejó para los registros estadísticos los saldos rojos de victimas, divisiones, odios, resentimientos y ruina en muchos pueblos del mundo. En Venezuela, la conducta de los amos del poder pareciera asomarse con fuerza reeditar ese viejo clima de terror y ruina, a propósito de que el Adriano venezolano, deja como herencia de que se imponga la sin razón sobre la razón. O cómo afirma Antonio Pasquali, estamos ante el avance arrollador de un “irracionalismo reaccionario y as cuartelario”.

Necesitamos, pues, despertar abrigados de un verdadero espíritu de lucha democrático y triunfar. No hay otra salida!



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