sábado, 30 de julio de 2011

CAMBIAR TODO PARA QUE TODO SIGA IGUAL O PEOR

Aparentemente la enfermedad del mandamás de Miraflores le ha permitido tomar decisiones muy importantes que, sin duda, están afectando con creces al colectivo nacional, aún cuando se pretenda edulcorar con cadenas mediáticas de contenido melodramático y sensiblería barata para manipular y engañar incautos, a propósito de la campaña electoral para los comicios presidenciales de 2012, donde el susodicho mantiene la línea política estratégica de convertirse en el “Presidente Vitalicio” de Venezuela. ¡Un Juan Vicente Gómez más! ¿O no?

La Ley de Costos y Precios, con la cual se pretende regular autocráticamente un mercado de neto corte capitalista, donde la oferta y la demanda fluyen como las aguas turbulentas del Orinoco. Con el agregado de que, precisamente el exceso de regulaciones estatales ha paralizado a la economía, colapsando la producción nacional y logrando un cese de las inversiones; restringiendo así la generación de ingresos, empleos y servicios o, peor aún fortaleciendo la dependencia extranjera, porque se vive ahora de las importaciones hasta de los productos alimentarios básicos. Por cierto ya esta Ley enseñó los dientes endemoniados contra los bolsillos de los consumidores, al oficializar el alza del pollo en un 38% y la amenaza de hacerlo con otros productos fundamentales de la canasta básica. Es una Ley a todas luces, favorable a la boliburguesía y la élite burocrática del aparato de estado rojo-rojito.

La grave crisis carcelaria, que tuvo su climax con lo del Rodeo II en esa constelación de violencia, muertes, fuga de “pranes” con armamentos, drogas y dinero a granel. Y las negociaciones “chimbas” entre éstos y el alto gobierno; que dejó, por cierto, al desnudo los estrechos vínculos entre funcionarios civiles, militares para las “mordidas” de la corrupción, el fracaso de las “políticas del sistema penitenciario” y la cacareada humanización de estos antros del delito y de la vergüenza nacional. La inseguridad, entonces, encuentra su génesis y desarrollo a nivel de los intramuros carcelarios y en las calles dominadas por la violencia, el hampa y la delincuencia en todas sus variantes.

Las políticas entreguistas de la soberanía e independencia nacional, con el escándalo de la cedulación, a manos de empresas cubanas, donde aparte del “megaguiso” denunciado por opositores, se cierra el círculo de la grave intromisión de un gobierno extranjero, en asuntos neurálgicos reservados a la seguridad y defensa nacional. Verbigracia la presencia de los cubanos en el área militar, registros, inteligencia, economía, salud, educación, deportes y cultura; entre otros. Todo a nombre de la “Patria Grande”, según el benemérito de Barinas y los Castros autócratas de la isla caribeña.

¿De qué “Revolución” estamos hablando: la del retroceso y la involución histórica o, mejor la “gatopardiana” de cambiar todo para no cambiar nada? No se trata, entonces, como lo pretende el autócrata, de sólo un cambio del uniforme “chavecista” de color rojo por otro color.

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