jueves, 7 de julio de 2011

INFLACIÓN TRAGA SALARIO

Fue una vana ilusión el pírrico aumento del salario mínimo, que decretó el Ejecutivo Nacional hace apenas algunos meses. El tsunami inflacionario desatado, antes y después del anuncio Presidencial, se ha encargado de enrostrarles a los trabajadores y a su familia, la dura realidad luciferina de este grave flagelo, que ya convive con la deteriorada economía venezolana.

El alza en los precios de los productos de la cesta básica alimentaria, tarifas de los servicios públicos, pasaje del transporte, medicinas, servicios de salud y educación; ropa, calzado y demás servicios asociados a las condiciones y calidad de vida de los nacionales; luce irrefrenable, aún cuando el “gobierno de turno” anuncie regulaciones, controles y sanciones a la también añadida ola especulativa.

De esa manera, usted va al mercado de la ciudad o pueblo donde resida, en un “abrir y cerrar de ojos”, se queda sin dinero para adquirir los productos del listado que llevaba consigo; sólo se lleva una porción de lo esencial en materia de carnes, verduras, vegetales, harina de pan, arroz, pasta, café, frutas y productos de uso personal. El azúcar, aceite y leche están desaparecidos; sólo se consiguen algunas veces en el “mercado negro” (¿Afrodescendiente?), a precios especulativos.

CENDA, una instancia no gubernamental, la cual se encarga de hacer seguimiento al comportamiento de los precios de la Canasta Básica y la relación con el movimiento del salario de los trabajadores afirma que, las familias venezolanas requieren de 5,4 salarios mínimos para poder cubrir el costo de la referida canasta, es decir Bs 6.572, 96. Con el actual salario mínimo sólo se puede cubrir el 37% del costo total de ésta. Es decir, falta una diferencia salarial de 63% por cada trabajador.

La situación para los trabajadores en general es difícil, porque el gobierno de la “revolución bonita” se niega a discutir nuevos contratos colectivos y las cláusulas de las convenciones actuales no se vienen cumpliendo; cuando cancelan algunas cosas lo hacen a destiempo y “chucutas”, por ejemplo bonos nocturnos, primas, vacaciones, uniformes y zapatos, evaluaciones, bonos escolares, becas para los hijos de los trabajadores; medicinas, fideicomiso, diferencias salariales y otros rubros.

Así mismo, el clima de inseguridad social y económica existente en el país ha venido reduciendo las ofertas de empleo y capacidad productiva de los venezolanos, lo cual ha presionado a muchísimos nacionales para que emigren hacia la economía informal, sin los beneficios de un sistema integral de remuneraciones. Con lo cual millones y millones de coterráneos se encuentran completamente a merced de esa espiral inflacionaria “salvaje” que compite, por cierto, para lograr el primer lugar en las estadísticas mundiales, en comparación con otros países del planeta.

Lo descrito explica el gran descontento laboral que persiste en el país, expresado en el cúmulo de protestas de los trabajadores diariamente: empresas básicas de Guayana, petroleros, docentes, enfermeros, médicos, obreros, empleados públicos y pare usted de contar. No aguantan la boa de la inflación que se traga los míseros salarios sin contemplaciones. Y al contraste, una élite burocrática del Estado, encabezada por los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, actuando de una manera discriminatoria y excluyente ante el resto de los funcionarios públicos, se concedieron una cesta tickets por un monto de 10 mil bolívares mensuales. ¡Vivimos, sin duda, tiempos bizarros y no apegados a ningún principio ético y moral! ¡Cambiar este modelo de “mal vivir” es el gran reto! ¡ Los venezolanos tenemos la palabra!

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