sábado, 23 de mayo de 2015

¡NI VIDA, NI CALIDAD DE VIDA…!

Nunca sabremos las cifras exactas de los venezolanos que mueren por la violencia criminal desatada por las bandas de la muerte con o sin uniforme…sólo contamos con los datos que arrojan las paginas rojas de la prensa nacional y regional y, por supuesto, las estimaciones estadísticas de los expertos en la materia, porque desde las fuentes del Estado impera el subregistro o el secretismo para que jamás se sepa la suma de la morbilidad, que sin duda supera con creces los conflictos bélicos en Afganistán, Irak o Ucrania. Los gritos de dolor de los familiares y amigos porque le quitaron la vida a un ser querido, se ha hecho cotidiano en el seno de este infierno rojo rojito.

Las morgues de todo el país, hoy en día, se hacen insuficientes para atender las demandas por la violencia homicida que dejan a su paso las bandas criminales. Los robos, hurtos, secuestros y ajustes de cuentas, asociados a los crímenes son el “pan de cada día” en barriadas, urbanizaciones o en cualquier calle, vía o rincón del país. No sólo dejan a las personas sin sus bienes personales, sino que les quitan la vida, como el corolario al afán criminal enfermizo pseudo-cultural que se ha instaurado en esta Venezuela infernal de hoy.

Hay un clima de miedo y hasta de pánico colectivo que se ha apoderado del ser nacional venezolano. Todas las conversaciones diarias en los autobuses, mercado, colas de la escasez, cafetines, abastos y bodegas giran en relación a la crisis por alimentos, medicinas y alta inflación; pero jamás falta el tema de la violencia e inseguridad. Es como buscar una aguja en un pajar de alguien (del entorno familiar, amigos y vecinal) que no haya sido afectado por los delitos de robos, hurtos, secuestros, lesiones o criminalidad en el país. La delincuencia, con todas sus modalidades, desde hace algún tiempo se ha apoderado de todos los espacios de la República. Trasladar las culpas a terceros por la prevalencia de esta “cultura criminal” (como lo vociferan los altos enchufados del desgobierno despótico) es como culpar al vecino por la escasez de los productos básicos, de la hambruna que se avecina, de los apagones eléctricos, de la falta de agua o por el pésimo funcionamiento de los servicios públicos.

Sólo les queda la represión criminal para aferrarse al poder. Por eso persiguen a los líderes disidentes, pero a los malandros y criminales ni con el pétalo de una rosa. Juegan con la candela luciferina. Se les olvida algo: la candela quema sin mirar a quién. Sino indaguen sobre lo ocurrido históricamente con el ex dictador Videla (Argentina), Noriega (Panamá), Hussein (Irak) o con el mismísimo Hitler en la otrora Alemania nazi-fascista.

Yo, para concluir este escrito, invito a todos los venezolanos a luchar sin miedo y con denuedo incansable por el país del aparente cambio imposible por el cambio posible, porque como lo manifiesta con profundidad la poesía de Neruda: “Otros días vendrán, será entendido/ el silencio de plantas y planetas/ y cuantas cosas puras pasarán! /Tendrán olor a luna los violines (…) Aunque no sea como está dispuesto/el amor llenará grandes barricadas/como la antigua miel de los pastores”







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