jueves, 14 de mayo de 2015

¡SILENCIARON A LOS HIJOS DEL CANTO CON VIOLINES!

Al parecer nos negamos a comprender que en la Venezuela del presente vivimos el infierno de una “guerra social” no declarada, que no tiene miramientos con nadie ni con nada, cuya furia destructiva está en capacidad de despojar en un santiamén la vida de nuestros hijos, al arrebatar los sueños de esperanza que se sembraron con el canto de los violines de las Sinfónicas Juveniles de la Cantaura de la provincia y la Caracas de la gran capital, cuando las balas asesinas del hampa le segaron la vida a dos de sus miembros, cuyas edades ni siquiera les había dado tiempo a jugar con los papagayos traviesos que alzan su vuelo imaginario hacia los límites del cielo.

La grave descomposición social que se anida hasta en lo más íntimo del ser nacional venezolano pareciera no importarle a nadie y menos aún en el seno de los alacranes que se despedazan por las presas del poder, los privilegios y los botines soterrados adonde acumulan las grandes fortunas como producto del dinero mal habido. Mientras los “descamisados de siempre” son abandonados a la suerte del azar que encierra la pobreza y la vida miserable en cada una de las barriadas de esta Venezuela que naufraga en el mar abierto de la desesperanza y la incertidumbre. Por eso el dolor y el estupor por la muerte de los seres queridos en esos asaltos criminales a la vida, se los lleva el viento de la injusticia y la impunidad, cuando son ocultados en el manto del “secretismo de Estado” o por la mordaza impuesta con el monopolio de los medios de comunicación en manos de la tiranía.

Pero la sed de justicia no forma parte de ese naufragio de la Patria, porque al juntarse con los salvavidas de valores y principios positivos en porciones importantes de la población venezolana, se convierte en un freno que hace retroceder a las sombras de la amenaza de la extinción absoluta de esta sociedad y este Estado severamente enfermos, que han permitido ante sus propias narices, que silencien para siempre a dos de sus hijos del canto con violines. Deseos tendrán del nunca más con la muerte de la siembra de la esperanza de niños y jóvenes. No obstante, ni la música, ni los cantos cesarán de nutrirnos de vida y de enaltecer nuestro espíritu individual y colectivo. Y parafraseando a Neruda, hay que levantar el granero colectivo y que crezca con la edad venturosa no sólo los cereales, sino también el amor como la energía del carbón trabajando en la tierra.

Hoy en Venezuela vivimos agobiados por la sangre derramada de miles y miles de nacionales, en especial de los jóvenes con sus cantos de violines, pero jamás podrá doblegarnos el hampa de arriba o de abajo, con o sin uniforme, en la fe de conquistar un país de ensueño de paz, convivencia humana, de justicia, derechos y libertad.

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