martes, 31 de enero de 2017

¿VENEZOLANOS NECESITAMOS SOBREDOSIS DE DIGNIDAD Y VERGÜENZA?

Cuándo cualquiera revisa las páginas de la historia de Venezuela y hurga la justificación de las dictaduras militares, se encuentra con las palabras del "Capitán" ( uno de los personajes de la muy leída novela de Miguel Otero Silva: "La Muerte de Honorio"), nada menos que la "codicia", aún cuándo las prédicas del engaño están referidas a "salvar al país del caos" la "anarquía" y "garantizar el orden social". Esto último lo repitieron hasta el cansancio, en sus respectivas épocas, los inefables dictadores Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Hugo Chávez Frías y hasta el mismísimo dictador contemporáneo: Nicolás Maduro. ¡El mismo musiú con difente cachimba! -diría uno-.

Miguel Otero Silva, narra con genialidad exquisita en la novela, de cómo nacionales, por pensar difente, fueron sometidos a crueles torturas en una cárcel de Ciudad Bolívar, durante la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez ( cuatro civiles y un militar). Los personajes imaginarios, pero los testimonios de las torturas y el encarcelamiento fueron de la vida real.
Y al releer está novela, a uno le parece estar viviendo los episodios paso a paso, cuándo escucha la narrativa de denunciade más de un centenar de presos políticos nacionales y de sus familiares, al ser sometidos a torturas, tratos crueles y degradantes. Una violación insolente e inaceptable a sus derechos humanos y constitucionales.

Y lo más humillante todavía: millones y millones de venezolanos sometidos a perversos procedimientos, por parte de la tiranía, como en los tiempos de la esclavitud de hacer colas por tiempo ilimitado para adquirir alimentos y medicinas restringidas. O por un mendrugo de pan para sobrevivir. Y más aún: tener que someterse a registros de control estatal ("Carnet de la Patria" y Claps) para optar a posibles respuestas institucionales de solución a sus ingentes problemas de sobrevivencia.

Lejos o no de una salida ante esta dictadura...con la relectura de "La Muerte de Honorio", he sentido las brisas de la libertad... Porque sentí como propio el epílogo de ésta: "cuando en la calle se extendía la huelga general como las aguas de una inundación, estallaba la rebelión en las ciudades...se tambaleaba la dictadura herida de muerte". Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario