viernes, 24 de agosto de 2012

¿CULPABLE LA NATURALEZA O LA NO PREVENCIÓN?

Hay una tesis malintencionada de culpar a la naturaleza, a la “tormenta Isaac” o al mismo Dios del universo por los desastres ocasionados por las inundaciones en ciudades y pueblos, para eludir la responsabilidad del Gobierno ante la falta de planes preventivos que minimicen los graves daños por estos siniestros. De acogernos a esta tesis, a la naturaleza entonces, hay que achacarle la caída del puente de Cúpira o la lamentable situación de emergencia en que hoy viven las poblaciones de Cumanacoa y comunidades aledañas del estado Sucre, con la secuela de 3200 familias afectadas, 2 personas fallecidas y varios desaparecidos. Amén de los destrozos en las viviendas, calles; colapso de la red de cloacas, electricidad, servicio de agua potable, aseo, pérdidas de enseres domésticos y otras situaciones negativas derivadas.

Cumaná, por ejemplo, hace algunas décadas se inundaba sus calles y viviendas, cuando el río Manzanares reclamaba sus espacios naturales. Pero, cuando el gobierno de Caldera acometió con la obra del aliviadero sus riberas, cesaron estos problemas. Es decir, los gobiernos tienen que ser previsivos ante las acometidas de la naturaleza y domesticar sus acciones bravías, con lo cual evita los desastres en pérdidas humanas, viviendas, sistemas de servicios y otras obras de infraestructura.

Mi experiencia personal y profesional de muchos años en Amazonas, Caracas y Sucre en el área preventiva en ambiente y salud, le señalan a uno con claridad que es mejor “prevenir que lamentar”. En Amazonas, con participación de un equipo multidisciplinario del Ministerio de Ambiente, se organizaban y formaban a las comunidades en brigadas contra incendios forestales, manejo de riesgos por variaciones naturales por las lluvias y crecimiento de los ríos; protección de especies en extinción y en general de esa riquísima biodiversidad natural del Sur fronterizo del país. Recuerdo que medíamos con disciplina y rigor técnico el crecimiento del río Orinoco, se hacían los registros y se comparaban las cifras históricas. Y cualquier variación que indicaba riesgos para la ciudad capital y comunidades, lo alertábamos a las autoridades locales y centrales para la toma de medidas preventivas, incluyendo evacuaciones de grupos humanos.

En el sector salud, aun cuando todavía prevalece la concepción médico-asistencial como la panacea; los planes preventivos ocuparon y deben ocupar un sitial de honor y en la vanguardia del sector salud, para evitar las amenazas constantes de un sinfín de enfermedades, epidemias, pandemias y situaciones de siniestros naturales o por accidentalidad. Las herramientas de la organización de las comunidades para la participación en esta materia, planes de promoción o en el campo de la educación para la salud son vitales en el contexto de evitar males mayores en la afectación de la salud individual o colectiva de los nacionales.

Pero sin duda, con el actual gobierno estas políticas preventivas institucionales decayeron porque sustituyeron, por ejemplo, los miles de Comités de Salud y organizaciones comunitarias por organizaciones de bases del PSUV, es decir compulsivamente, éstas se dedican en un 90% a funciones de politiquería y culto a la personalidad del caudillo de Miraflores y un 10% para sus roles genuinos y del ser social.

En consecuencia, los siniestros por caídas de puentes, destrozos de la vialidad e infraestructura y arrase de pueblos y comunidades por inundaciones; pueden ser prevenidos a través de planes oficiales bien administrados y con una clara voluntad política de colocar el acento en el interés colectivo y no en asuntos politiqueros subalternos y excluyentes. ¡El cambio luce necesario e indetenible!¡Nos vemos el 7-0!




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