domingo, 26 de agosto de 2012

¿LA PATRIA NO ES EL HOMBRE?

Nadie entiende a estas alturas de cómo este gobierno que se declara “socialista” su conducta o praxis política, en 14 años de ejercicio del poder absoluto, sea radicalmente contradictorio a la misma teoría sustentada por los clásicos, en relación, por ejemplo, a la prioridad de dar respuestas a las necesidades y demandas básicas de los excluidos sociales. Y por supuesto, el planteamiento de desechar cualquier atisbo que se relacione con la explotación y condiciones miserables de trabajo del proletariado. En ese contexto, por esa razón y otras de peso, no me canso de insistir en la farsa del “chavecismo” y su modelo, que no es otra cosa que el desarrollo de un capitalismo de estado “salvaje”, cuya piratería de circo raya en lo ridículo.

De esta manera, cómo entender que el centro de preocupación no sean las personas, ni las comunidades (la participación es concebida como la presencia “obligada” de grupos vestidos de rojo en los actos proselitistas “gobierneros” y la de brindar loas al caudillo); sino al énfasis desmedido que lo ponen a la cháchara dizque “revolucionaria”, a la cual el mismísimo “faraón de Barinas” dedica horas y hora diarias en “cadenas nacionales” y obliga a la élite burocrática incondicional a escucharlo. Es decir, aquí comienza la farsa de que “todo lo tiene controlado”, porque esa casta de burócratas incondicionales -asisten a todo acto chavista- y abandonan sus puestos de trabajo e incumplen, en consecuencia, con las obligaciones laborales establecidas de ley.

Este modelo de conducta es repetido en todos los niveles, a tal punto que sin exageración alguna el 90% del tiempo de los “rojitos” -que cobran sin trabajar- es dedicado a labores proselitistas partidistas del Psuv y sólo un escaso 10% de ese susodicho tiempo a las obligaciones institucionales o de dar respuestas a las exigencias sociales de los descamisados de siempre.

De allí el por qué se cae el puente de Cúpira, que tiene incomunicada la Región Central con la del Oriente del país; ocurra la masacre de procesados en Yare; se tornen muy grave las inundaciones en Cumanacoa, estado Sucre o; ocurra la explosión de la refinería de Amuay, estado Falcón -cómo la “crónica de una muerte anunciada”- ante falta de gerencia en Pdvsa por descuidar el área de mantenimiento y vigilancia adecuada para extremar las medidas de control y seguridad para poder manipular gas o sustancias químicas de alto riesgo. O también ahí está la explicación del por qué ese polvorín de protestas sociales diarias en cada rincón del país. ¡No hay gobierno, pues -gritan- los nacionales!

Lo peor, para demostrar la debacle de este modelo fracasado, es que dicha despreocupación por los venezolanos ha llegado al clímax de lo socialmente aceptable, al permitir, sin haber hecho nada útil sustancialmente, para atajar la pobreza y el hambre que padecen decenas de miles de coterráneos que se acuestan sin comer. O al desnudar la cacareada “soberanía alimentaria”, como otra mentira, porque todos los alimentos lo importamos, hasta los componentes del simbólico “pabellón criollo”.

Pero lo peor de lo peor, es el desprecio absoluto por la gente, cuando los nacionales no tenemos siquiera garantizado el derecho a la vida, al ser asesinados decenas de compatriotas semanalmente o porque en las cárceles de Venezuela, las privados de libertad por diversos delitos, son masacrados por las bandas rivales, pero donde las armas de guerra que utilizan en los penales, sólo es posible por la acciones ilícitas y corruptas de funcionarios del gobierno rojo-rojito.
¡No hay gobierno, pues Esteban; todo más bien está descontrolado! ¡El cambio va, no hay otra salida!

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