martes, 28 de agosto de 2012

¿EL CIRCO TRAGICÓMICO CONTINÚA?

Para Esteban las tragedias de los venezolanos son como las funciones de los circos donde él siempre aparece de héroe como en los personajes de la mitología al símil de un Marco Polo o de Odiseo, pero su objetivo lo tiene clarísimo mantenerse en el poder como sea, aún cuando tengan que sobreactuar los payasos, maromeros y bufones de la élite que lo acompaña, cuando le preparan las escenas tragicómicas para tratar de emocionar a los espectadores.

Pero en estas escenas circenses, dado los últimos y graves acontecimientos como en Yare, Cumanacoa y Amuay, el “faraón de Barinas”, las viene ejecutando con precisión militar para dar la “sensación” de la eficiencia de un Dios de la mitología. Jamás, por supuesto, olvidaría su meta obsesiva de reelegirse en los comicios presidenciales del 7-O.

Para él y el grupito que le acompaña en la carpa del circo, nunca hubo un antes que escuchara los gritos de advertencia de las gentes, hoy víctimas por la muerte de familiares o por las pérdidas de hogares y enseres domésticos. No fue así, porque para la personalidad paranoica del amo del circo la rutina de lo preventivo le resta el protagonismo de los episodios épicos y correría el riesgo de que muchos de sus incondicionales abandonaran la carpa, ante la falta de emoción de las escenas tragicómicas.

La actuación de los personajes del circo marca la rutina planificada para cada función, donde lo tragicómico con su mezcla de episodios del riesgo la muerte de alguien, entre risas y la magia. Los espectadores quedan hipnotizados, buscando que se olviden del trasfondo de las tragedias humanas. Por eso las funciones continúan para el dueño del circo y para él ya no existen las tragedias de Yare, Cumanacoa y de Amuay; mucho menos por las caídas de puentes. Tampoco las tragedias de la cotidianidad por los asesinatos de decenas de nacionales por la acción del hampa en las calles o por los Pranes en las cárceles venezolanas.

En la agenda de las funciones circenses “todo está controlado” y lo tragicómico siempre se mostrará con la solemnidad para la ocasión o con los destemplados discursos del dueño que dice hacer de lo “posible lo imposible”, un acto de magia pues, donde desde debajo de la almohada de este “supremo Dios mitológico”, el “oro negro” sale a relucir, para minimizar los dolores humanos y materiales de muchos de los afectados. Para intentar granjearse así las simpatías de los espectadores.

Sólo que no todos los espectadores quedan complacidos de estas funciones tragicómicas y muchos señalan con firmeza encomiable las costuras de las fallas y omisiones inaceptables por falta de planificación y organización: o porque llegan a comprender que los costos que han pagado por entrar a las funciones son muy altas y la calidad queda en entredicho. ¡El dueño del circo, dicen las multitudes, hay que cambiarlo para que la risa y la magia vuelvan a recobrar su vitalidad!


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