lunes, 11 de junio de 2012

CONVIVENCIA Y TOLERANCIA CAMPESINA

Suelo visitar con relativa frecuencia a las zonas campesinas del estado Sucre, en especial la cima de la montaña, allá en el caserío Las Lomas de Sanguijuela, en el Municipio Andrés Mata; en el cual el clima frio y agradable, se entremezcla con la intensidad de los vientos provenientes del Mar Caribe, que hacen mecer con fuerza a esa vegetación profusa de verdor de vida, en especial a los grandes árboles, produciendo un ruido extraño para los sentidos agudos de cualquier visitante.

A primeras horas de la mañana, con el “buenos días” y el “cafecito” de acompañante, los lugareños comienzan la faena dura de todos los días en los conucos y haciendas modestas, para poder recibir los frutos de la vida con las cosechas de plátano, café, cacao, naranja, lechosa, cambures y tantos otros productos agrícolas. Luego, el intercambio de los rubros entre vecinos, los reservados para la vida propia o aquél excedente que es vendido, en pequeñas cantidades, en los mercados de pueblos contiguos.

Con cada plantación y frutos de las cosechas, el campesino del lugar, pareciera establecer una comunicación profunda, una comunión de intereses naturales compartidos o de la reciprocidad solidaria para que jamás entre ellos le faltase el néctar de la vida por tiempo indeterminado; aparece esa cosmovisión pues entre la magia de Dios, dioses de la naturaleza con ese hombre del campo, que se reproduce bio-socio-culturalmente de generación en generación.

No se observa entre ellos, salvo las excepciones de estos procesos humanos, ese “instinto destructivo” o germen de la violencia, donde se combinan, al decir de la investigadora social Maritza Montero (1984), esa autoimagen negativa e histórica del ser venezolano, con sus perfiles de “falta de control”, “tendencias belicosas”, “agresividad”, “anarquía” y “desorden”.

Esos indicadores, sin duda, estarían direccionados más bien con el ser social urbano nacional de hoy, pero no con el ser social venezolano campesino e indígena, cuyo sentido histórico y rasgos positivos acentuados, están asociados a la “generosidad”; cuyas expresiones desbordan en lo humano la “hospitalidad”, “solidaridad”, “fraternidad”, la “humildad”, la “sencillez”, “esplendidez”, “perdón de los enemigos” y “olvido de las ofensas”.
El ser social de los campesinos, nos invitan a dejar atrás el ser social urbano negativo del venezolano, para lo cual debemos ser humildes en aceptar nuestras propias fallas y defectos o, mejor, que podemos recorrer el camino del intercambio de saberes, el ejercicio del pensamiento crítico-reflexivo y la sistematización de experiencias positivas.

Estamos convocados a trascender, estimados amigos, hacia escalas superiores como auténticos seres humanos, de ciudadanos conscientes, cuyo respeto mutuo, tolerancia y convivencia social; contribuyan a recorrer el camino de un país diferente, de sana convivencia social, de una cultura de diálogo y debate necesario; sin ese afán desmedido de querer imponer un pensamiento único, una ideología única y hasta de un liderazgo único. ¡Viva la tolerancia y convivencia social!

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