martes, 5 de noviembre de 2013

LA MISERIA DEJÓ A DOÑA LUISA SIN PARAÍSO

Con esa picardía propia del cumanés, he escuchado a Doña Luisa contar la tragedia de la situación de pobreza en que vive y de cómo han pasado los años con el sello de las promesas incumplidas de los rojo-rojitos de haberle ofrecido sacarla de la miseria, y hoy siente, que su condición y calidad de vida han empeorado. En lo más adentro de sí misma, pareciera identificarse plenamente con el contenido de ese decir homónimo de la historia socio-cultural de nuestros pueblos: “De malicia y arte enjutas llegaron los hideputas”.

Doña Luisa, no cesa de nombrar a Chávez y ahora al Maduro de la retórica reiterativa de la “mayor suma de felicidad para el pueblo”, pero ahora ella lo compara con el infierno de la pobreza en que vive, ahí en uno de los más populosos barrios de Cumaná, Caigüire, en un rancho, en condición de hacinamiento, con servicios de agua y de luz sólo por pocas horas durante el día; con cinco hijos desempleados, cuya rutina es realizar labores sobre lo que salga en la ciudad y pescar (según los chances) en “mar adentro”. Así sobreviven en la cacareada categoría de los excluidos sociales.

Doña Luisa suelta la carcajada cuando oye hablar a Maduro o sus ministros sobre el “Plan Patria Segura”, cuando en su barrio me cuenta, no pueden ni conciliar el sueño y noches enteras la pasan en vela, por las fulanas guerras entre bandas de “malandros”. Y porque muchas de las balas de los “gatillos alegres” abren tremendos huecos en las paredes y techos, contribuyendo a dejar a merced de las lluvias el agua que corre salvaje en el interior del rancho. A lo que agrega, Doña Luisa, los fulanos procedimientos policiales, que al igual que la acción de los malandros, nos deja la sensación de miedo y terror. Muy lejos -por cierto- de la paz, tranquilidad y la seguridad ofrecida en los discursos oficialistas de la “revolución bonita”.

Doña Luisa es asmática y con relativa frecuencia solicita atención médica en el ambulatorio de Caigüire…me atienden cuando les da la gana o cuando van los médicos a las consultas. Tampoco éstos cuentan con equipos, insumos y medicamentos. Y peor aún, me dan una larga lista de medicinas que, por lo general la boto, porque ¿cómo hago para comprarlas, sí mi salario está devaluado y los precios de las medicinas están por la nubes?, o no se encuentran. Igual que todo el mundo, Doña Luisa, se queja de la escasez y de los altísimos precios de los productos de la dieta básica. Se “medio come” –dice- cuando hay; porque, a veces, “nanai-nanai”.

Doña Luisa ha metido infinidades de veces la documentación requerida para una ayuda social de la Misión “Madres del Barrio” –me dijo- pero nada mijo. Los corruptos del Gobierno es todo para ellos”. “A lo mejor me tienen archivado los papeles, porque les digo la verdad en su propia cara”… “A mí, a mi edad, nadie me engaña”. “Ya los conozco” –sentenció-

¡Qué temple y dignidad la de Doña Luisa! Uno sabe que hay muchas como ella. Son las reservas morales que subyacen en el alma del pueblo venezolano. Por Doña Luisa y por todos los excluidos por este régimen autocrático, militarista y pro cubano vale la pena la lucha tenaz e incansable por el cambio. ¡Nadie nos detendrá!




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