viernes, 29 de enero de 2016

¡SALUD NACIONAL PERDIÓ BATALLA DE VIDA!

Sí algo ha alcanzado niveles increíbles de avance en el mundo moderno es la medicina, con la gran capacidad técnica para realizar diagnósticos rápidos de enfermedades, de uso extraordinario de tecnologías biomédicas, fármacos y puesta en prácticas de cirugías inimaginables. Amén de toda la rica gama aprendida colectivamente para la ejecución de acciones en el campo de la medicina preventiva, epidemiológica, educación para la salud y participación ciudadana en salud. Es, sin duda, el presente y horizonte promisorio de países del Primer Mundo y de algunos “países emergentes del Tercer Mundo”, que se han soltado las amarras para acercarse a la luz de un mundo mejor, venciendo los obstáculos de la salud enferma en sectores de la población.

Pero, hay otro grupo de países del mundo subdesarrollado que se niegan a participar de estos desafíos y retos para vencer las enfermedades y frenar la muerte temprana de importantes grupos humanos. Bien, porque priorizan sus políticas y recursos hacia otros focos de atención (por ejemplo: hacia el derroche burocrático, corrupción o para la compra de armas para la muerte). O porque, al colocarse una camisa de fuerza ideo-política para deslindarse de esos progresos de la modernidad en el campo del conocimiento científico y desarrollo tecnológico, involucionan hacia límites insospechados, adónde las enfermedades emergentes y re-emergentes (zica, dengue, chikungunya, malaria, tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual, enfermedades de la piel y respiratorias; entre otras) con su vocación de muerte, esperan a emboscar a miles de personas a la vuelta de la esquina. Y esto último, es lamentable decirlo, es el caso hoy de Venezuela.

La situación de pobreza de millones y millones de personas en todas sus manifestaciones en Venezuela, ha seguido su curso inexorable, pese a la retórica oficial de su reducción, amparados en cifras de dudosa procedencia y manejo astuto de algunas variables, que son condicionantes de los cuadros proyectados, por ejemplo, en el campo de la salud. Así, ¿cómo se puede hablar de una población nacional saludable?, sí en cada rincón del país sus habitantes no consiguen alimentos o las medicinas básicas para sobrevivir. O porque en el entorno ambiental de comunidades y ciudades, están colapsados los sistemas de aguas de cloacas y el servicio de aseo urbano continúa siendo un dolor de cabeza insoportable. O el servicio de agua es tan deplorable que todos los días hay protestas sociales de multitudes de excluidos, que claman por no morir de sed y exigen contar con el preciado líquido para elaborar los alimentos o, para hacerse el elemental aseo personal (hay epidemias de sarna en varias regiones).

¿De qué salud individual y colectiva pueden exaltar las voces oficialistas a través de la parafernalias mediáticas o en las Cumbres Internacionales?, cuando ante los ojos de todos, el sufrimiento humano de casi toda la población es evidente, al verse obligada a realizar gigantescas colas por horas y horas, para intentar acceso a los alimentos para la vida. O tener que deambular de farmacia en farmacia para adquirir los fármacos, que lo alejen de la muerte. El dolor de millones de nacionales no sólo es físico (al estar afectado su salud), sino también psicológico y espiritual, porque éste se proyecta al plano familiar y colectivo. Por eso, se siente cómo un dardo en el alma nacional, escuchar a un alto funcionario del régimen castro-chavo-madurista, emplazar al venezolano que sufre, con una patética burla de que: “no ingieran tantos medicamentos”, no se cepillen tanto los dientes o “váyanse a sembrar maticas de acetaminofén”.

Decimos entonces, tomando las palabras prestadas de un líder Zapatista mexicano: “Por trabajar nos matan. No hay lugar para nosotros en el mundo del poder. Por luchar nos matarán, pero haremos un mundo donde quepamos todos…”. ¡Viva la vida! ¡Viva la libertad! ¡Viva la democracia!

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