domingo, 31 de enero de 2016

¡EL FORÁNEO DE MIRAFLORES!

Bastaría adentrarnos un poco en el contenido del extraordinario libro de mi amigo, escritor y poeta cumanés Jesús Torres Rivero, “La Huella Insondable”, para conocer un poco más de cómo a lo largo de la historia, los venezolanos logramos confluir en lo que somos hoy una “conciliación mestiza”. Así mismo parafraseándolo a él y con nuestras propias añadiduras, con el transcurrir del tiempo, con la oleada de aventureros provenientes de distintas partes del mundo (incluyendo a los hermanos colombianos), mucho ha sido lo positivo en la conformación de nuestro “ser nacional”. Pero también lo negativo, por aquello del homónimo que cita Torres Rivero en el referido libro: “De malicia y arte enjutas llegaron los hideputas”.

De individuos, provenientes del “bajo pueblo”, de la más “degradante miseria”, que en la categorización de los sociólogos, tuvieron sus oportunidades para ascender en la escala de la “movilidad social vertical” y lograr importantísimas mejoras en su calidad de vida. A aquellos individuos que no trascendieron y se quedaron a nivel de la escala de la “movilidad social horizontal”. Una muestra: un foráneo de Colombia, desde su condición de permanecer en la más la absoluta miseria en Cúcuta, a sólo alcanzar el status de conductor de autobús y luego de conductor en el Metro de Caracas, por ejemplo. Pero sin la más absoluta preocupación por siquiera graduarse de bachiller de la República.

Y luego, ¡zas! se entrecruza por los caminos de la lucha ideopolítica “marxistoide” de la naciente “Liga Socialista” en contra del dizque modelo imperante de liderazgo de la IV República. Allí en la organización fundada por Jorge Rodríguez (padre) nunca se destacó, ni tampoco alcanzó una formación idónea como cuadro político. Posteriormente, al desmembrarse esta organización aterriza en los linderos de esa gama de oportunistas de la “izquierda tradicional”, que conforman el hoy Psuv del fallecido Comandante Intergaláctico y por su heredero a dedo, el susodicho “foráneo de Miraflores” y su esposa; entre otros.

El “Foráneo de Miraflores” cultivó, sin duda el resentimiento social, que en muchas personas sobresale más que en otras. Y cuándo por azar del destino ocupa posiciones de poder le aflora hasta en la piel el despotismo o, de “”hideputas”. O más bien, como dice a la autobiografía de Pedro Urdemalas (citado por Torres Rivero): “No sé dónde me criaron;/ pero sé decir que fui/ de estos niños de doctrina…/Allí con dietas y azotes, que siempre sobran allí,/aprendía las oraciones, / y a tener hambre aprendí;/aunque también con aquesto/ supe leer y escribir,/ y supe hurtar la limosna,/ y disculparme y mentir./”. ¿No es acaso lo dicho el reflejo exacto del personaje que desgobierna al país?, pero dónde el “ser social negativo”, domina con creces al “ser social positivo”.

O en síntesis del escritor Urdemala: “Yo podré ser patriarca, /pontífice y estudiante,/emperador y monarca,/que el oficio de farsante/todos estados abarca”…Y concluye: “Sé todos los requisitos/Que un farsante ha de tener”. De allí, los enredos de la llamada cohabitación política con el “Foráneo de Miraflores”, porque el “oficio de farsante” del escrito de Urdemalas, se aferra al poder para no perderlo todo y se atrinchera en el aniquilamiento del adversario (la oposición y ciudadanos que divergen, así seamos la mayoría). Por eso, cómo, al decir de otro escritor y académico, Gustavo Luis Carrera se podrá: “cohabitar en una casa donde un inquilino aspira a expulsar al otro, desalojándolo de la parte de la propiedad que le corresponde”. Y en nuestro caso, hay que decirlo claro: toda la propiedad (el país nacional y “Miraflores”) nos corresponde y no hay cabida para los “hideputas”. ¿O no?

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