jueves, 24 de marzo de 2011

¿EL OCASO DE LA VIDA O LA VERDAD APOCALÍPTICA?

No es para menor sentirse o dejarse arropar por un clima apocalíptico, por lo que viene ocurriendo en este planeta ante los ojos de quienes lo habitamos. Por cierto ahora somos menos por los lamentables acontecimientos naturales del devastador terremoto y tsunami en Japón que arroja pérdidas humanas estimadas en 22 mil personas entre muertos y desaparecidos. Sin incluir a los japoneses, cuyas vidas tiene sus días contados por los efectos de las radiaciones nucleares, por el accidente –todavía no controlado- de los reactores en esta materia. O producto de las guerras en Irak, Afganistán y Libia, cuyas cifras rojas dan cuentan de miles y miles de personas, entre civiles y militares, que jamás volverán a ver la luz del sol.

Mientras en paralelo, la inseguridad y la violencia en distintos países del mundo, destacándose Venezuela, arrojan cifras records en las estadísticas de mortalidad. Amén de las inundaciones, hambrunas, enfermedades y accidentalidad, cuyos saldos de personas fallecidas por esta causa harían palidecer a cualquier mundano. Hasta los ojos hermosos de color violeta de la “Cleopatra” de todos los tiempos, Elizabeth Taylor, cerró sus ojos para siempre, para dejarnos sólo con el recuerdo de sus películas más famosas.

De esa manera, los apocalipsis anunciados por las citas bíblicas, Nostradamus, Calendario de los aborígenes Mayas y pare usted de contar; nos estarían lanzando al abismo del nunca regreso de los hombres sobre la faz de la tierra. Una aureola de Metamorfosis Kafkiana pareciera ocupar todos los espacios de la preocupación humana, dejando atrás el contenido de las novelas de la “Paula” de Isabel allende o de “La guerra del fin del Mundo” de Mario Vargas Llosa, donde los dramas -entre la vida y la muerte- de los personajes quedan limitadas a las fronteras de la dinámica socio-histórica de grupos humanos específicos.

Pero de estas penumbras apocalípticas necesitamos levantarnos, inspirándonos en las palabras – que parafraseamos- de Isabel allende, en ese Adiós a “Paula”, impulsándonos con mucha fuerza, para salir volando sobre valles y cerros, sobre ríos y bosques; entre cánticos de pájaros, para seguir viendo los arroyos, las rosas frescas tiradas a la orilla y continuar oyendo la música de millares de voces susurrando entre los árboles. También es el exhorto al alma de todos, de no permitir el ocaso de la vida -para a partir de ahora y por siempre- seamos cada hoja de los bosques, cada gota de rocío y cada partícula de ceniza que el agua arrastra. ¡Viva la lucha por la vida!

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