miércoles, 18 de marzo de 2015

¡QUÉ VIDA TAN MISERABLE: NI ALIMENTOS, NI SALUD!

Con histeria “antiimperialista” y trasnochado “ultranacionalismo” se pretende pasar por debajo de la mesa los gravísimos y agobiantes problemas socio-económicos que padecemos los nacionales en materia de alimentación y en salud, por ejemplo. En los cuales está en juego la vida de cada uno de nosotros, especialmente, los ciudadanos de a pie, como producto del modelo “castrista” de país impuesto y de las políticas que desde ese paradigma se han venido generando, para desgracia de los venezolanos, a través de las gestiones fracasadas de los desgobiernos de Chávez y ahora de Maduro.

Y no se trata simplemente de opiniones interesadas o de los análisis de organismos y personas versadas en la materia, sino de mirar lo que está ocurriendo en nuestro entorno, con los ojos objetivos ante la realidad presente y del sufrimiento humano que padecemos millones de seres nacionales que pasamos de ser pobres a ser más pobres todavía, al ser protagonistas de este infierno en la Venezuela de hoy por conseguir alimentos y medicinas básicas. Del odiado señalamiento a personas por estar convertidos en “bachaqueros” de mercancías en las fronteras que nos separan de otros países, esa categoría ya la asumen en carne propia más de la mitad de la población, cuya condición y calidad de vida se acerca aceleradamente a la de miserables, para asombro del mundo entero.

Ya no se trata de recordar el contenido de algunas de los fragmentos de la obra inmortal de Víctor Hugo, “Los Miserables” sino la de Ernesto Sabato, quien en unos de sus escritos en relación a ésta, la describe con sabiduría indescriptible, la relación con el drama social de los más pobres, entre ese: “abismo de la desigualdad social, el fundamentalismo económico, los actos terroristas de todo signo, la corrupción de las clases políticas…”. Pero que, transcurrido los años, hoy tengamos que decir exactamente lo mismo de Sábato, cuando se analizan los resultados de las desastrosas gestiones del Hugo Chávez de ayer y del Maduro del presente. Creció el número de pobres y en consecuencia las desigualdades sociales por la imposición del “fundamentalismo económico” del modelo cubano y porque para sostenerlo se valieron del “terrorismo de Estado”, siendo la corrupción a granel la única motivación para conservar el poder por el poder mismo. ¡Qué volteretas de la historia!

Una gran mayoría de venezolanos estamos mal viviendo, mal alimentados, desnutridos enfermos y muchos se acuestan con hambre. Alimentos y medicinas escasean o cuando se consiguen los precios de éstos están por encima de las nubes. La atención en salud (incluyendo la Misión Barrio Adentro) sufre un deterioro inocultable por la carencia de fármacos, equipos e insumos. Nunca sabremos las cifras exactas de los fallecidos por mengua a las puertas de los centros asistenciales, ruleteando de un lado a otro o en los propios hogares. Las castas de poder que desgobiernan a Venezuela han privilegiado la muerte de muchas personas (omisión, ineptitud y por fundamentalismo ideopolítico), por encima del derecho a la vida. ¡Y ello es inaceptable y una violación descarada de los derechos humanos! De la repetida promesa del “mar de la felicidad” se pasó al “océano del infierno”.

Pero como afirma el mismo Sabato: “siempre habrá quienes degraden la vida, pero también existirá una raza de seres que, en medio de la miseria, la rescaten y la engrandezcan. Su coraje devuelve el orgullo de nuestra condición humana”. ¡Ese es el enorme desafío de los nacionales!

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