sábado, 7 de mayo de 2011

EL MOTOR DEL AMOR Y LA VIDA SON LAS MADRES...

Guardando las distancias de un día comercial, uno siente la necesidad de dedicarle un Día Especial a las Madres, pero en colectivo, aunque el sentimiento por ese ser que nos dio la vida debe estar presente todos los días, en cada instante, mientras la edad, como esas intensas lluvias de invierno nos cubran de vida y tengamos todavía la capacidad de escuchar los cánticos de los pájaros o los ruidos suaves de las olas del mar…

O en aquellos casos donde nuestra madre se haya ausentado para siempre, jamás dejamos de sentir su amor profundo y su sonrisa eterna que nos acaricia y alienta para seguir en este trajinar por la vida, convertidos en fuerza de lucha en aras de conquistar entrelazados un mundo mejor… así nunca deja uno de mirarla en lo imaginario… en las copas de árboles gigantescos, como allá en la selva de la Amazonía venezolana, extendiendo sus hermosos brazos para que las aguas del Orinoco sigan caudalosos, aliviando la seguía profusa generada por las manos de los hombres.

Nuestras madres con las palabras y procederes de ejemplo, nos indican que la vida no es color de rosa y que las espinas siempre están presentes, para lo bueno y lo malo del recorrido con las edades. Es decir, que entre amor y dolores, está su enseñanza de la realidad de este mundo, donde nos ha correspondido vivir, pero no para la consolación o tristeza permanente, más aún sí se navega en el entorno de la pobreza; sino para transformarlo en el ambiente agradable de la paz de los espíritus, sin ese concurso odioso de las confrontaciones inútiles y de las utopías pérdidas por la misma praxis social de generaciones humanas.

En esa mezcla entre sentimientos de amor y la razón, la madre venezolana, no podría dejar a un lado el manto de las sombras, que eclipsan el presente y el porvenir de la patria, porque el valor y principio de la libertad se encuentra en juego; no por el azar de la vida de la nación; sino porque la ambición y la codicia desenfrenada de individuos y grupos de poder, tejieron con el esmero de los años, el dique de contención de la superación, el bienestar y el progreso del colectivo nacional.

Se trata entonces de que, guiados por el abrazo materno, brillen los soles de la libertad y la democracia, para que una red de vientos distintos cambie los rostros de la gente, de la tristeza a la alegría, en los jardines de la siembra cosechada por el trabajo productivo de los hijos de la república.

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