sábado, 11 de febrero de 2012

CAMBIÓ TODO PARA NO CAMBIAR NADA

El título de este escrito es un parafraseo, en forma y contenido, de la famosa novela “El Gatopardo”, de Giuseppe Tomassi Di Lampedusa, quien narra la decadencia de la sociedad y la aristocracia siciliana, en la Italia del ayer; pero que pasado el tiempo, ha proyectado con singular simbolismo la dinámica histórica de realidades sociopolíticas y culturales de múltiples países en el mundo.

El protagonista de la novela, Salina, cuestionaba con dureza magistral al poder, la conducta conformista de la gente y al sistema de cosas que prevalecía; que nos recuerda, sin lugar a dudas, a la actitud de una porción de la población venezolana y al desgobierno autocrático de Chávez del presente. Decía Salina: “De esto proviene el poder que tienen entre nosotros ciertas personas, los que están semidespiertos; de ahí el famoso retraso de un siglo de las manifestaciones artísticas e intelectuales sicilianas; las novedades nos atraen sólo cuando están muertas; incapaces de dar lugar a corrientes vitales; de ello el increíble fenómeno de la formación actual de mitos que serán venerables si fueran antiguos de verdad, pero que no son otra cosa que siniestras tentativas de encerrarse en un pasado que nos atrae solamente porque está muerto”.

Chávez se aferró, (direccionado por Fidel y el régimen cubano) al dogma teórico de la receta marxista de ir avanzando sostenidamente en cambiar la estructura (economía, factores y fuerzas productivas; sus relaciones) y superestructura (Aparato de Estado, leyes, ideología). Pero obviando, yo diría consciente y deliberadamente, las experiencias conocidas en la aplicación de esta receta en países que ya han arrojado resultados nefastos en todos los ámbitos del quehacer del “socialismo real” en el Estado y la sociedad de Rusia, China, Vietnam y Cuba; para nombrar algunos. Con el ingrediente de sumar al combo de su paquete de “cambios” trastocados, aspectos sumamente cuestionados por tirios y troyanos del culto a la personalidad, populismo, militarismo y “sancocho ideológico”.

De esta manera, al igual que “El Gatopardo”, “cambio todo y no cambio nada”. La “estructura” y sus relaciones sociales se mantienen intactas, no son “socialistas”, siguen siendo capitalistas, sólo que él concentró todo poder en manos del Estado, lo cual engendró un “Capitalismo de Estado Salvaje”. Ahora la sobreexplotación y apropiación de la plusvalía de los trabajadores, la ejerce el Estado. La nueva “Oligarquía del Dinero”, asociada al Estado, es la que acumula capitales y privilegios, en detrimento de los millones de excluidos sociales. La pobreza se mantiene incólume.

La “superestructura” es sinónimo de “El Estado soy yo”. Él Concentra todos los poderes públicos en sus manos. Las leyes las elabora el Poder Ejecutivo que él dirige a su antojo. La “ideología”, es decir las ideas, opiniones y creencias que a él se le ocurre, en las peroratas mediáticas frecuentes, constituyen la doctrina del partido de gobierno y de la élite burocrática del Estado.

Concluyo este escrito, con el sentido crítico de los analistas del contenido de “El Gatopardo”: todo tarda en desvanecerse, toma su tiempo, hasta lo que es cosa pasada, remolonea y se resiste a marcharse. Lenta desaparición, pero desaparición al fin. Es el destino –dice uno- de este modelo autocrático “gatopardiano” en Venezuela. Amén.

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