jueves, 16 de febrero de 2012

EL ESTADO SOY YO…Y PUNTO

Luis XIV, el creador del Estado absolutista universalmente conocido, en el ejercicio del poder en la Francia de 1661, ha debido sacudirse en su tumba, no sé cuántas veces, al verse superado en su afán enfermizo de concentrar todo el poder en sus manos, por el caudillo venezolano de Miraflores, quien ha hecho del Estado venezolano un verdadero traje a su medida, con la rendición y sumisión de las distintas ramas de los poderes públicos y andamiaje jurídico a sus designios; es decir al concepto del “Estado soy yo”.

El referido gobernante francés del ayer, al símil del gobernante criollo de hoy, solían invocar en demasía que estaban impregnados de un poder divino, como representantes de Dios en la tierra. En consecuencia podían actuar como les diera la gana, so pena ante cualquier disidencia, de que les cayera todo el peso de la ley y las maldiciones de Dios.

Por esa razón, si hacemos un poco de memoria, el triunfo logrado por los opositores al régimen, ante los intentos de Reforma de la Constitución, el “monarca de Barinas” la calificó públicamente de una “victoria de mierda”. Y los 3 millones de votos logrados por los adversarios en las recientes elecciones Primarias, los sapos y culebras en expresiones insultantes y descalificadoras ante un escenario impositivo de cadenas mediáticas por horas y horas; deja a las claras su apego por un ejercicio del poder absolutista y del abuso desproporcionado en el manejo de la estructura del Estado. Amén de la represión brutal desatada en contra de actores de la disidencia, con su secuela de un joven asesinado y decenas de atropellados.

Pero, como lo dice cualquier manual en relación al tema del liderazgo moderno: el respeto no se funda en la imposición ni en el miedo, sino en la integridad y la sinceridad. O en esa sentencia irrefutable: no hay autoridad sin respeto. Y tampoco se puede confundir la autoridad con el poder y el respeto con el miedo. Porque con el tiempo los resultados son desastrosos. E incluso, si miramos quienes serían los satisfechos con esta forma de gobernar, diríamos sin tapujos, que las élites del poder, la nueva “Oligarquía del dinero”; porque los excluidos sociales, las mayorías nacionales, siguen allí incólumes, rabiando su pobreza y sistema de injusticias imperante.

Con este tipo de gobernantes de ejercicio absolutista del poder sobre el Estado y la sociedad, siempre ha pasado lo mismo, conflictos de toda índole y guerras son las constantes: muertes, ruina y desolación. La Francia del pasado, Luis XIV, la condujo a varias guerras. El caudillo de acá y del hoy, es su prédica: “guerra al imperialismo y la burguesía”; el armamentismo excesivo, las milicias armadas, los grupos “Las Piedritas” y “parapoliciales”. En fin, por el apego al poder, no le importa nada. Derrotar esa concepción, derrotando a esta mala copia de Luis XIV, es una tarea de todos; ¿o no?

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