miércoles, 8 de febrero de 2012

NI SIQUIERA EL DERECHO A LA VIDA…

Acudo a la poesía de Neruda para tratar de sosegar el espíritu, en a estos momentos aciagos para la República, porque a pesar de las máscaras colocadas con una frialdad calculada, aparecen al desnudo los rostros de los actores que han hecho posible esta comedia infernal “gatopardiana”, de “cambiar todo para no cambiar nada”: “desdichas de este tiempo parecidas a uvas/ pequeñas que agruparon verde amargo/confusas, escondidas lágrimas de los días/ Hasta que la intemperie publicó sus racimos/.

Qué decir de las peroratas oficiales interminables, fastidiosas a grado sumo, que nos trata de vender la idea de que tenemos garantizados todos nuestros derechos de ley y los establecidos en los contenidos de los convenios internacionales, cuando la verdad del tamaño del sol, es que ni siquiera tenemos garantizado, un derecho consustancial con el ser humano, como es el derecho a vivir, a respirar, a tener una vida plena.

Muy por el contrario, nos acecha es la muerte en cada rincón de Venezuela, como ésta se refleja en las estadísticas oficiales, al registrar 1.347 asesinatos sólo en el mes de enero del presente año. O cuando, más dantesco aún, en dos grandes hospitales del país, “gerenciados” por el Gobierno Central, mueren en pocos días, 11 niños recién nacidos en Maracay y 14 en San Cristóbal, según diversas fuentes.

Si bien es cierto que lo anterior tiene su causal, en la pobreza crítica en que viven millones de venezolanos y por el impacto negativo de ésta en los procesos de descomposición familiar, pérdida de valores, desempleo, bajas remuneraciones, falta de viviendas, drogadicción y un largo etcétera; no es menos cierto que las políticas, planes y medidas gubernamentales han resultado un catastrófico fiasco, porque la inseguridad y la violencia continúa sin piedad enlutando a miles de familias venezolanas. Y los hospitales, debido al excesivo centralismo, falta de gerencia, insumos, recursos financieros, tecnología y equipos adecuados, infraestructura no idónea y los consabidos problemas laborales y condiciones de trabajo; no reúnen los requisitos básicos para una adecuada atención en salud a las mujeres embarazadas, neonatos y ciudadanos en general.

13 años han pasado de cambios, o “revolución”, como les encanta divulgar a los cuatro vientos, los protagonistas de estos entuertos; pero todo ha resultado al revés, más bien involucionamos y disputamos la categorización de cuarto mundo, de acuerdo a los perfiles manejados por los entendidos en la materia.

Y concluyó este escrito, como lo comencé, con el párrafo de uno de los más hermosos poemas del gran poeta chileno: “Sed del fuego, abrasadora multitud del estío/que construye un Edén con unas cuantas hojas, porque la tierra de rostro oscuro no quiere sufrimientos/”

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