martes, 5 de marzo de 2013

NI VIDA, NI SALUD POR LA VIOLENCIA Y EL DENGUE

La inmensa concentración de poder en manos de un caudillo en Venezuela y ahora de un dúo de usurpadores, que nadie los eligió; ha generado una perversión luciferina en el manejo de los asuntos públicos y ha dislocado la eficacia en la solución de ingentes problemas que agobian a la gente, a través–por ejemplo- de los otrora exitosos procesos descentralizadores adelantados en las distintas regiones del país, cómo fue el caso del Sistema Nacional de Salud. Sólo basta mirar el espejo de las alarmantes cifras rojas de mortalidad (violencia) y morbilidad (dengue) para darnos cuenta de que, ni siquiera los venezolanos podemos sumar a nuestro favor, con la garantía y respeto de derechos constitucionales y humanos primarios en pro de la vida y la salud individual y colectiva.

El mismísimo Nicolás Maduro, en la reciente presentación de la Memoria y Cuenta ante la AN, reconoció las alarmantes cifras de homicidios (16.030) ocurridas en el país en 2012; es decir aumentó la tasa de 48 a 56, por cada 100.000 habitantes. El Observatorio de Violencia, dirigido por el Sociólogo Roberto Briceño León, llamó la atención de que el mes de febrero de 2013, fue el lapso más violento en los últimos 4 años en Caracas al ingresar 492 cadáveres a la Morgue de Bello Monte. Y concluyó con esta reflexión: “En Venezuela no tenemos una autoridad legítima, lo que hace que se sienta muy débil el sistema de control social…no hay una ninguna fuerza moral ni política que haga funcionar la ley”.

Asociando lo dicho por este especialista de las ciencias sociales con la realidad política del país: todo el “peso de la ley” es empleada para perseguir a estudiantes contestatarios, dirigentes sindicales, críticos y disidentes incómodos al actual régimen autocrático. La ley del embudo, pues. De ahí el asesinato a mansalva del insigne cacique Sabino Romero, con la complicidad oficial del Estado, porque no hizo caso a sus denuncias de amenazas de muerte en varias ocasiones por mafias vinculadas a actos de terrorismo, en contra de los indígenas que luchan por su territorio, cultura y civilizaciones específicas ancestrales en tierra zuliana.

En paralelo, una alarmante epidemia de dengue azota a 17 estados del país, para un total de 7.349 personas afectadas por esta patología, para un promedio de 152 casos diarios infectados por ese virus, según los registros estadísticos del Ministerio de Salud del mes de febrero de 2013. Sin duda, esta epidemia demuestra las graves deficiencias del oficialismo en las labores de prevención de enfermedades emergentes y re-emergentes, educación para la salud, vigilancia epidemiológica y sobre todo porque el entorno ambiental de las principales ciudades y pueblos del país, están extraordinariamente descuidadas por la presencia desagradable de promontorios de basura y aguas servidas desbordadas, que son caldo de cultivo para los criaderos de los zancudos “Aedes Aegypti”, agentes transmisores de este mal consustanciado con la “pobreza crítica” que prevalece en el país, pese a la retórica del régimen de haberla disminuido.

Pese a estas graves causas de muerte y enfermedad (violencia y dengue) en el seno de la población venezolana, el país continúa girando sobre la relación enfermedad-muerte del Presidente Chávez. Una definición constitucional, institucional y consensuada con amplios sectores sociales, suena de lo más lógico para destrancar este vacío de poder que en la actualidad trastoca la vida de la República, hasta el derecho a la vida y salud de todos.




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