miércoles, 6 de abril de 2011

AL MERCADO SIN LA CESTA

Uno forma parte de esos incontables venezolanos que le corresponde ir al mercado con la frecuencia del ritmo de la vida actual o, mejor cuando el pote de los ingresos familiares se lo permite. Habida cuenta de pertenecer a un modesto hogar de clase media, que se debate en romper el filo de la navaja, no hacia otro escalafón hacia arriba en el seno de la estructura socio-económica de la sociedad venezolana; sino más bien inclinando el rumbo hacia abajo, a la cacareada “proletarización”; que en fin de cuentas es uno de los propósitos anhelados del máximo jerarca de Miraflores de “igualarnos” a todos los nacionales, para que formemos parte de esta última categoría, que todavía conserva el olor anacrónico del barbudo y polémico Marx.

En consecuencia, uno no forma parte de la legión de los “echa cuentos”, como sí lo está el Esteban de Barinas o cualquiera de los Ministros que componen su ilustre gabinete, porque ellos –además- cuentan con un personal pagado para esos menesteres, con recursos propios del estado venezolano. La diferencia, entonces, entre la realidad del que va al mercado de compras por obligación y el contenido de los “cuenta cuentos mediáticos”, es abismal.

De tal manera que los modestos trabajadores que acudimos a cualquier mercado del país para adquirir los productos de la denominada “cesta básica”, ya llevamos un “tiro en el ala” como se expresa en el argot popular, porque tenemos años sin recibir los beneficios de una nueva contratación colectiva o en el peor de los casos, los vigentes convenios laborales, son violados sistemáticamente, cuando es el mismo Estado que se encarga de no reconocer los derechos consagrados en éstos. A tal punto, como se ha puesto en evidencia en estos días, que los trabajadores con acciones extremas (huelgas de hambre y coserse la boca) han obligado a la élite del poder en Venezuela, a firmar acuerdos de compromisos para reconocer lo que la misma ley y contratos colectivos establecen.

Así, aún cuando usted lleve el listado de los productos que integran la “cesta básica”, se ve obligado a reducirlo a lo estrictamente necesario, porque la inflación galopa como esos caballos silvestres en las sabanas de Apure, con un índice acumulado cercano al 30%, según las estadísticas del BCV. No obstante, en cada visita al mercado, uno se da cuenta de que estas cifras se quedan cortas, cuando en cada semana hay aumentos en las carnes, hortalizas, frutas y verduras. Amén de la escasez de leche, aceite, toallas sanitarias, café y otros. Y el gobierno, haciendo gala de su capacidad para el engaño, también aumenta solapadamente las tarifas de la electricidad, agua y teléfono. O se hace el loco con el alza en otros renglones (salud, educación, vestido y calzado, alquileres, transporte y otros rubros).

La situación planteada, señala como una tremenda falacia que marchamos hacia el mundo de una supuesta felicidad “revolucionaria” y “socialista”; al contrario el empobrecimiento mayor de la población está llevando a ésta a movilizarse, organizarse y a utilizar las más inéditas formas de lucha para enfrentar a estas políticas que, en nada se les debe envidiar a las utilizadas por aquellos regímenes socio-políticos, cuya naturaleza es propia del más rancio paradigma y odioso Capitalismo de Estado “salvaje”.

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