lunes, 11 de abril de 2011

¿LA AGONÌA DE LA VERDAD EN VENEZUELA?

Hay la pretensión de crear una especie de religión “chavecista” en Venezuela, donde el Chávez de Miraflores se quiere erigir en el Dios Supremo, a quien los nacionales deben rendirle culto incondicional a su modelo socio-ideológico y a su supuesta “praxis revolucionaria”. Y como dogma de fe, consagrado por las religiones, nadie debe osar hacerle críticas o cuestionarle, porque estaría convirtiéndose en una especie de hereje, a los cuales al símil de la época medieval se es perseguido, encarcelado y remitido a las hogueras del fuego terrenal: las famosas “cacerías de brujas”, pues.

El Estado es transformado en una masa homogénea, donde son fusionadas todas las ramas de los poderes públicos, operando como el instrumento coercitivo para someter a los ciudadanos a los designios del omnipotente, que hoy por hoy, ya no sólo es el “Estado soy yo”, sino la sociedad, la cultura y el nuevo dogma de fe del paradigma que propaga, el cacareado “Socialismo del Siglo XXI”.

Por eso no son casuales los ritos públicos o esa especie de conjuro con la tumba del Libertador, porque subyace el mensaje a los “súbditos” de lo que es capaz, hurgar no sólo en los secretos terrenales, sino también en aquellos que están más allá de esas fronteras. En consecuencia, los ataques frontales a la Iglesia Católica y a sus máximos jerarcas, deben ser vistos como algo absolutamente secundario, doméstico, trivial, que sólo está dado para los seres excepcionales, que poseen ese “don divino” de estar por encima del bien y del mal.

De esa manera, la verdad de las cosas, no está en lo que dicen los súbditos, ni mucho menos en lo que dicen los herejes; la verdad está en mí, porque yo soy la verdad, la única y absoluta verdad. Tampoco está en la realidad cotidiana de los seres sociales terrenales, porque sencillamente son cosas intrascendentes, por ejemplo, que los trabajadores y los ciudadanos se quejen de la inseguridad, el costo de la vida, salarios miserables o de los pésimos servicios públicos, como los apagones en el sistema eléctrico nacional, la falta del servicio de agua, drenaje; la vivienda, la corrupción, el despilfarro o la ineficiencia gubernamental.

Por mí –dirá para sus adentros- me importa un bledo que hagan huelgas de hambre, se cosan la boca o manifiesten en las calles todos los días. Ya les tengo preparado las múltiples formas para hacerle entender a quién le deben “obediencia divina”; para eso el “adoctrinamiento ideológico” de los hijos en las escuelas o, las “milicias verde oliva”, para que cuando no funcionen los mecanismos sancionatorios normales, se impondría entonces, las “fuerzas de las armas”.

No entender en su exacto sentido los que está ocurriendo o, analizar la realidad de una manera incorrecta, con los parámetros típicos de una coyuntura convencional en la lucha por una supuesta “alternabilidad democrática” por los espacios de poder, mediante los mecanismos de las consabidas elecciones; sería dar la espalda a la verdad de una realidad que muestra su crudeza en este modelo holístico, de esta especie de “nueva religión chavecista”.

La experiencia social de los pueblos señala que sí hay salidas y esperanzas, ante estos paradigmas impuestos por mesías falsos y, que al final del túnel debemos encontrar juntos los albores en pro de ciudadanos auténticamente libres y consustanciados con procesos diferentes de bienestar y progreso.

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