domingo, 16 de febrero de 2014

¡LA REBELIÓN DE FUTURO!

Nuestros jóvenes estudiantes, al símil de un verdadero tsunami social, estremecieron a fondo el rancio modelo autocrático del Estado y de la sociedad venezolana, que una élite de poder enceguecida ha pretendido imponer a “sangre y fuego” desde hace 15 años. Ésta cúpula fue sorprendida por la magnitud y reciedumbre de las protestas estudiantiles en las principales ciudades del país. Subestimaron esa inmensa capacidad de lucha irreverente de los estudiantes que, aparentemente adormecidos por la retórica engañosa del fallecido caudillo de Sabaneta, éstos concedieron un compás de tres quinquenios de angustiosa espera para se viera y sintiera, en el contexto de la cotidianidad diaria, la vitrina de bienestar colectivo de aquél prometido “mar de la felicidad”, plasmado en el remoquete ideológico del “Socialismo del Siglo XXI”.

Quizás con ese manejo hábil de nuestros muchachos de las herramientas de las nuevas tecnologías, incluyendo por supuesto a internet, para tener acceso rápido y concreto a las informaciones y conocimientos múltiples del saber humano proveniente de cualquier lugar del mundo; les causaba risa ese blablablá insultante, violento y fastidioso de parte de la casta de poder de Miraflores, que viven ensimismados en absoluto frenesí con el dogma ideológico por los octogenarios hermanos Castro de Cuba.

A través del cristal que les proporcionan esas herramientas de la tecnología moderna, los jóvenes viven una época espectacular y universal asociada a la educación de calidad, la ciencia y la tecnología. Y dónde muchos países han apostado a éstas, sin impórtales esas inverosímiles y odiosas divisiones por causas ideológicas y políticas. O en contraste lograron internalizar en colectivo que, en su propio país no “tienen vida” sí continúan las cosas como están, sin siquiera tener derecho a la vida, alimentos, empleo, becas, remuneraciones dignas y a planes idóneos para su proceso de formación y superación hacia la excelencia educativa en otras latitudes.

Uno se imagina la enorme frustración de los estudiantes venezolanos de cómo el país se ha venido a menos, a niveles de atraso inimaginables en todos los órdenes, cuya competencia es ya por el último lugar con países situados en la escala del “cuarto mundo” como Haití y Zimbabue. Y paradójicamente los recursos del petróleo son dilapidados en corruptelas, regalos a otros países o, para comprar armamentos para usarlos en una supuesta “guerra anti imperial” .O para adquirir esos tanques que han aparecido estos días ante los ojos del mundo, que son utilizados para la represión salvaje, en los intentos de los sátrapas del poder para tratar de doblegarlos ante esa asombrosa capacidad de resistencia, adónde han entregado hasta sus propias vidas en ese esfuerzo sobrehumano y desigual para frenar la barbarie del despotismo.

Siempre los jóvenes estudiantes han liderado movimientos sociales que han estremecido el mundo. Y Venezuela no es la excepción. Estos heroicos muchachos han fijado el rumbo del país. Y cómo esos grandes majaderos de la historia el tsunami socio-político que promovieron será registrado cómo una lección de obligada lectura para las generaciones que vienen. Se han rebelado como dice José Saramago “de las ataduras de la costumbre y la rutina…porque la aventura, bueno es que se sepa, no elige lugares ni tiempos, por más prosaicos y banales que sean o parezcan”. Y agrega uno: tirios y troyanos también tendrán que sacudirse para que no dejen rémoras de atraso en este camino que se transita de la posmodernidad. Estamos obligados a cambiar todos.

En Venezuela la lección principal que nos dejan de estos jóvenes, es que ya no se trata de un simple cambio de Gobierno, que será inevitable que suceda, ante lo podrido que brota de las mismas extrañas del poder usurpado para la perversidad; sino que es una obligación moral y de compromiso de todos la de superar la metástasis cancerígena que cubre todo el tejido social e institucional de Venezuela. Los cambios deben estar orientados a darle luz y brillo de raíz a los procesos democráticos, de lucha permanente por la libertad, por la justicia, el progreso y bienestar de todos. ¡Qué vivan los estudiantes, carajo!



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