domingo, 26 de junio de 2011

SOMOS UN PAÍS ENFERMO, MUY ENFERMO SOCIALMENTE

Compartiendo la opinión reflexiva con el ilustre escritor, José Saramago, asociándolo con la realidad venezolana: “creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”. De esta manera, los venezolanos no queremos mirar en profundidad y darnos cuenta del entorno social que nos rodea, la pobreza y la miseria que nos asfixia, menos aún de indagar en relación a causas y soluciones a estas gravísimas enfermedades sociales que afectan nuestras condiciones y calidad de vida.

Vivimos entonces, de las ilusiones y de los engaños contenidos en la retórica de un habilidoso mesías o de la propaganda mediática que lo respalda, con los recursos provenientes de la renta petrolera y de los impuestos que cancelamos los nacionales. Pero la pobreza y la miseria permanecen allí inmutables, creciendo vertiginosamente con los millones de ranchos que se construyen en la periferia y cerros de las grandes ciudades. También crece la cantidad de ranchos en los medianos y pequeños centros poblados, como jamás se había visto en toda la historia de la vida republicana.

Con el impacto y consecuencia de estos dramas se abultan a niveles increíbles las desigualdades, discriminaciones, inequidades e injusticias. Y paralelamente con los cambios introducidos por el “oficialismo” en los parámetros para medir la pobreza y la miseria en Venezuela, se disfraza la magnitud del problema. Hay pues, imposible de esconder, un déficit muy grave en viviendas; un deterioro evidente de los sistemas da salud, educación, empleo, alimentación y del área de los servicios públicos como electricidad, agua, cloacas, transporte y vialidad. Amén de la violencia e inseguridad en las calles y en las cárceles del país; la inflación y desabastecimiento insoportable y la merma galopante de los salarios de los trabajadores, a los cuales se les pisotea diariamente los beneficios contractuales y de ley.

Con la pobreza y la miseria crecen por igual las enfermedades asociadas a éstas, por eso resulta inocultable, aún cuando no se publiquen cifras oficiales creíbles, el recrudecimiento de enfermedades prevenibles y controlables como el dengue, tuberculosis, cólera, malaria, hepatitis, “mal de chagas” y otras relacionadas con problemas de desnutrición, respiratorios y diarreas múltiples. Así mismo, para cualquier avisado observador, se puede identificar en cualquier barrio del país la cantidad de personas de distintas edades que fuman, consumen excesivamente alcohol o adictos a drogas; desnutridos o malnutridos; niños bañándose en aguas de cloacas o; las comunidades sin acceso al agua y servicios de aseo urbano. Lo cual sin lugar a dudas, arrojan altas cifras de morbi-mortalidad por enfermedades crónicas e infecto-contagiosas.

Quizás por lo analizado, el Presidente Chávez, tomo el camino del atajo con el “exilio dorado” en Cuba. Miró el retrovisor de los 12 años en el ejercicio del poder, prometiendo una “revolución socialista” de acabar con la pobreza, las desigualdades y las injusticias sociales; y nada de eso cumplió. Desvió el rumbo, personalizando los cambios, sin cambiar nada, como el “Gatopardo” de la Italia de ayer. Por eso somatizó los fracasos en las enfermedades que se le endilgan. Pero, debió ser más leal con su país, con su responsabilidad de Jefe de Estado, con sus seguidores y con los galenos venezolanos que, en medio de las adversidades ante justos reclamos laborales y de lucha por un sistema de salud funcional e idónea, ejercen una medicina de alto nivel, jamás comparable en calidad con la medicina cubana.

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