sábado, 3 de marzo de 2012

LEY DEL TRABAJO O LA GRAN TRAICIÓN

El llamado del caudillo, desde su convalecencia dorada en la Habana, a la “unidad” de los trabajadores para defender supuestamente a la “revolución”, tiene la mirada estratégica en cumplir –contra viento y marea- con el objetivo político-electoral de la aprobación de la Nueva Ley del Trabajo el 1ero de Mayo del presente año en curso. Por eso, en esta ocasión el “lobo feroz” se disfraza de “caperucita roja” para darle la manzana envenenada, que le quitaría la vida progresivamente a la masa trabajadora, al despojarla de derechos laborales inalienables en el marco de este modelo autocrático de ejercicio del poder, donde el proletariado es un simple convidado de piedra.

Es una postura por demás impregnada de un cinismo sin límites, porque el llamado de “unidad” proviene precisamente de quién ha ordenado y ejecutado, desde hace años, la división de la masa de asalariados, creando federaciones nacionales y sindicatos con el color rojo de la benevolencia con el Estado-patronal, la boliburguesía y las transnacionales. Amén de las instrucciones, provenientes de Miraflores, para no discutir convenciones colectivas, regatear derechos laborales de ley; perseguir, hostigar y encarcelar dirigentes obreros probos; reprimir manifestaciones de trabajadores por reclamos laborales o, negarles pagos salariales completos, deudas y prestaciones sociales; entre otros.

El contenido de la nueva Ley del Trabajo, también por decreto del caudillo, se le dejó a un grupo de personeros desclasados y burócratas de ocasión, que en un evidente ejercicio a académico, jamás ha consultado con las diferentes federaciones, sindicatos y con la masa trabajadora en general. No ha habido debates ni discusiones para determinar si su contenido está en sintonía con los intereses de la gran masa laboral del sector privado y del Estado. Un Proyecto de Ley que no tiene otra calificación sino de espúreo; un mamotreto pues.

Se trata, sin duda, de legitimar la racionalidad de los costos producción de un modelo de Estado y sociedad que se dice “socialista”, pero que esencia es un vulgar y salvaje Capitalismo de Estado, que sobreexplota a la clase obrera, la despoja de derechos conquistados y se apropia sin misericordia de la plusvalía, cuyo concepto manosea con engañifa enfermiza el mandamás de palacio y del blablablá mediático interminable.

Ante este contexto, dejando atrás las exhortaciones de teatro del supuesto adalid de la “revolución proletaria”, los trabajadores están emplazados a agarrar el “toro por los cachos”, al movilizarse desde ya para lograr la postergación de la aprobación inconsulta de ese remedo al desnudo de esa auténtica traición a los intereses de la clase trabajadora, que sumado al empeoramiento de las condiciones y calidad de vida; muestra la costura de la miseria y pobreza en que viven en el presente los nacionales.


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