miércoles, 28 de marzo de 2012

¡MUERA LA INTELIGENCIA!

Mientras me ocupaba de este escrito, los pocos medios de comunicación social que todavía sobreviven a la censura y autocensura ejercida por el Estado autocrático nacional, informaban, sin mayores detalles, del asedio a las universidades venezolanas por grupos armados encapuchados, apoyados por el gobierno, que se encargan de sembrar el terror y el caos en el seno del alma mater…a tal punto que, desde lo lejos son observadas, por una sociedad impávida, las estelas de humo en el cielo de Caracas, producto de los incendios provocados por la quema impune de la Facultad de Derecho la UCV.

Para cualquier mundano indiferente o un ciudadano afín al régimen, estas cosas pudieran parecerle fortuitas; pero no, responden sin duda, a un plan estratégico minuciosamente preparado en los laboratorios de inteligencia de la Habana o de la ciudad capital venezolana, en el contexto del cuestionado Proyecto Venecuba, impulsado con pasión paranoica por Fidel y el Esteban de Miraflores. El propósito es controlar de una manera absoluta cada espacio de la sociedad y del Estado; para ponerlo al servicio de sus experimentos sociales cívico-militares, ante el fracaso evidente de sus macroproyectos de neto corte “marxistoide” y “fascistoide”.

Pero ese control de la sociedad y el Estado, pasa en primer término, por hacerse eco de las lecciones de aquel fascista español Millan Stray que gritó ¡muera la inteligencia!...ante lo cual, ese célebre y brillante intelectual, Rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, respondió: ¡Este es el templo de la inteligencia!...vosotros estáis profanando su sagrado recinto…pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y, para persuadir necesitais algo que os falta: la razón y el derecho.

Tampoco es casuístico al asedio oficial a los caricaturistas nacionales, quiénes con ese gran contenido de humor, inteligencia y creatividad; dibujan la realidad socio-política cotidiana y cuestionan implícitamente el decálogo de lacras sociales que agobian a los ciudadanos, sin que éstos reciban las respuestas y soluciones adecuadas. Las caricaturas del humor venezolano, son ahora tratadas por este gobierno como “material conspirativo y subversivo”.

Así mismo, el contenido de la retórica y la propaganda oficial pretenden “lavarnos el cerebro” a los venezolanos, para tratar de imponernos la idea de que acá en el país no pasa nada, de qué los grandes problemas nacionales son responsabilidad del “imperio” y los “apátridas” y, de que vivimos un mundo de felicidad, gracias a la “revolución”. Es una profusa e intensa propaganda tarifada y estatal dirigida a domesticar al colectivo y a la conciencia nacional y; a deformar la capacidad de inteligencia, crítica y creativa de los miembros de la sociedad de esta Venezuela de hoy. ¡No podrán, se quedarán con los “crespos hechos”; la razón y el derecho están con nosotros!

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