sábado, 24 de marzo de 2012

VENEZOLANOS DEL MIEDO

A riesgo de que me califiquen de repetitivo en relación al tema de la violencia e inseguridad, ningún venezolano por indiferente, apático o ciego política e ideológicamente que sea, podría hacerse el loco ante este terrible drama socio-cultural, que coloca a los nacionales entre las fronteras del miedo y el pánico colectivo; es decir se constituye también en un grave problema de salud pública.

Los ciudadanos de este país nos sentimos indefensos, independientemente del estrato o clase social donde estemos ubicados, porque es evidente el fracaso oficial para controlar este flagelo y porque estamos asumiendo la condición de víctimas, porque no sabemos en qué momento, desde las sombras de la noche y en cualquier espacio de territorio, podemos ser asesinados, heridos, atracados o secuestrados; no sólo por el hampa; sino también por policías del Estado. O peor aún, víctimas por “mala praxis policial”, como ocurrió recientemente con el asesinato alevoso de la hija de un diplomático chileno en el estado Zulia. O por los malandros que ultimaron al mánager del grupo musical “Caramelos de Cianuro”.

Contradictoriamente, el gobierno venezolano actual, lidera entre los gobiernos de los países de América latina, la compra de armas de todos los calibres en el mercado mundial, especialmente a Rusia y Bielorrusia, para lo cual no ha tenido escrúpulos en recurrir a la frondosa riqueza petrolera, tributaciones o reservas de divisas.

Así, al recurrir a las afirmaciones de Domingo Alberto Rangel, en palabras más o palabras menos, el gobierno no se ha dado cuenta de que el enemigo cambió, no es el imperialismo yanqui, sino un “carepiedra”, hampón de Caracas o de cualquier comunidad de la provincia venezolana. Es un contrasentido, pero las bandas de hampones de la Venezuela de hoy están mejor armadas, equipadas y adiestradas que las fuerzas armadas y policías del país. Así pues, dos miedos juntos que acumulamos los ciudadanos: ante el hampa y ante la paranoia “guerrista” del autócrata y la élite incondicional que lo acompaña.

No obstante, hay que sumar otros miedos: la impunidad ante los delitos y ante un sistema de administración de justicia sin credibilidad alguna, porque con mucha frecuencia, por esa forma distorsionada, maniquea y parcializada en el manejo de estos asuntos, por parte de las distintas instancias de los poderes públicos del país, uno nunca sabe cuando de victima te pasan a victimario, por razones “politiqueras”.

El acercamiento a grupos de referencia y prestos a mejorar la calidad de las relaciones humanas por un lado y paralelamente organizándonos en distintos grupos sociales en aras de cambiar cualitativamente el actual régimen autocrático por un modelo democrático; nos hace menos temerosos y nos ayuda a enfrentar sustancialmente los miedos. ¡El futuro y la vida nos pertenecen!.


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